TEXTO y FOTOS: ALICIA SEOANE | Ferrol | Martes 20 diciembre 2022 | 11:22
Con motivo del estreno de O Corpo Aberto en el DÚPLEX Cinema, tuvimos a la directora Ángeles Huerta y al actor Miquel Insua en Ferrol. Aprovechando la presentación de la película pudimos tomar un café y hablar sobre su nuevo trabajo, basado en el relato Lobosandaus de la trilogía de Arraianos, de Méndez Ferrín. Una obra que huele a meigas y a personajes misteriosos y enigmáticos que se mueven en ambientes sombríos. En el universo del escritor ourensado se inspira Huerta para dejarnos 90 minutos de desconcierto y miedo.
FERROL360 – ¿Qué fue lo que te enganchó de este relato de Lobosandaus, en qué momento dices «aquí hay una película»?
ÁNGELES HUERTA – Lo primero que te puedo decir es que nunca hay nada racional ni reposado, es como cuando me hablaron del río Monelos de A Coruña, de repente lo descubrí y surgió la idea, algo hace ¡plac!. En este relato se conjugaron muchas cosas: el universo plástico de este relato y las historias que se entrelazan en él, historias de género, de pasiones, de misterio y de muerte, pero también de erotismo. Ponía en la mesa cuestiones muy contemporáneas, como la construcción social del género, pero en base a ideas que estaban ambientadas en 1909, donde ya se dejaban ver muchas cosas tremendamente actuales hoy en día.
360 – En la película podemos ver muchos detalles que tienen que ver con la historia del mundo tradicional gallego, ¿has tenido que documentarte mucho a nivel antropológico para poner en escena esas imágenes como son las del Carnaval o de la vida cotidiana más costumbristas?
AH – Ahí fueron fundamentales las primeras conversaciones con Ferrín. Él nos contó cómo había nacido la idea del relato. Nos contó, por ejemplo, que en A Raia había un cura que elaboraba octavillas contra los cuerpos abiertos, que eran personas que eran capaces de entrar en contacto con los espíritus de los muertos. Y puedo decir que todo esto, cuando llegamos al rodaje, se iba corroborando. Son tradiciones vivas en esta zona de O Xurés. La madre de uno de los niños que aparece en la película, cuando le explicamos que su hijo iba a tener que hacer una escena en la que aparecería muerto, por si creía que había que explicarle algo o si se iba a impresionar, nos dijo : «¡no pasa nada! Yo también hablé con mi padre después de muerto y no fue una aparición ni nada, fue a través de un cuerpo abierto». Claro, ¡imagínate la cara con la que nos quedamos en este momento!
Para la película fue imprescindible la obra de Marcial Gondar, un profesor de antropología de la Universidad de Santiago que en Romeiros do alén habla mucho de los cuerpos abiertos, de la relación con la muerte, de los velatorios. En sus investigaciones hay recopilaciones sobre etnopsiquiatría. Por poner un ejemplo: una visión del personaje de Obdulia, que es lesbiana y a la vez es un cuerpo abierto, puede tener mucho que ver con ese enfoque que roza hasta qué punto ella tiene una enfermedad mental o ella vive como real su propia creencia. También contamos con las investigaciones de otro profesor de antropología, Xabier Castro, experto en historia de la vida cotidiana, para poder retratar cómo vivían, cómo comían… Y luego, por supuesto, con la colaboración de la gente de O Xurés, que eso ya fue un máster en lo que se refiere, por ejemplo, a la matanza, que se sigue haciendo como hace cien años.
360 – En la película se dejan entrever muchas fronteras: la vida y la muerte, el género, la frontera territorial, la frontera de la ciencia y la religión… ¿Podemos hablar un poco de esta frontera de los vivos y los muertos tan presente en nuestra cultura?
AH – En el mundo secularizado estamos carentes de referentes espirituales; en cambio, el mundo tradicional mantuvo la relación con lo espiritual y no perdieron las respuestas para las grandes cuestiones de la vida, algo de lo que carece el mundo moderno. Yo nunca quise transmitir una visión de progreso frente a un atraso. Más bien quise ver cómo desde el mundo tradicional, por el contacto que tienen a la tierra, siguen habitando el mundo de los difuntos. Todos repetimos cosas y gestos que hicieron otros seres humanos antes de nosotros y ese contacto nos hace estar habitados por el espíritu de los difuntos. [Mira a Miquel y se dirige a él]. ¡Tenemos que contar lo del aura!
MIQUEL INSUA – Sí, el aura es un poco esta pregunta de qué es lo que queda de las personas… Queda esa pátina, ese recuerdo de lo que fue la persona…
AH – Cuando elegimos el papel de Miquel, que es el cura y fue de los últimos actores que elegimos, en cuanto lo vi en el casting ya me enganchó su forma de actuar. Él es el sacerdota que hace esas fotos post mortem y en la prueba hizo una secuencia en la que él explicaba el aura. Esa escena finalmente cayó en postproducción porque se hacía muy larga; pero hubo muchas casualidades con ella.
MI – Yo, en el momento del casting, venía de hacer un trabajo con una fotógrafa en Madrid que hacía una historia partiendo de fotografías de la peste de 1918 mezcladas con imágenes de la pandemia de 2020. Los retratos de las personas van sucediéndose y en todos hay un aura que es especial. Trabajábamos sobre este concepto de aura. Así que estaba trabajando sobre la peste y acaban cogiéndome para este papel, pero es que todo tenía una relación: para trabajar mi papel de cura tuve que ir cogiendo y soltando cosas, porque al final mi papel era estar un poco por encima de esas creencias y poder observar con cierta distancia. Poder ver la belleza que hay en todo esto y cómo se mueven las pasiones humanas.
360 – La visión que se transmite de la muerte en O Corpo aberto es desde una mirada sin prejuicios…
AH – Lo importante es que no se trata de oponer un modelo de progreso a otro de atraso. Insisto mucho en esto porque se trata de ver que, al final, en lo que respecta a la muerte en el mundo tradicional, que no fue secularizado y lo que encontramos es un relato. Estos relatos ayudan a sostener una explicación de la vida y la muerte, a expresar y transitar los duelos y los lutos. Entonces, de alguna forma, funcionan. No podemos verlo como algo atrasado. Que alguien me diga que encontrar formas de transitar el dolor colectivamente es algo atrasado. El desamparo del maestro al final de la historia es el desamparo y la angustia del hombre moderno. Yo no podría haber hecho esta película si yo misma no estuviese situada en esa frontera de la duda. Estamos en ese límite.
360 – Hablando de otras fronteras presentes en la película, ¿qué pasa con esta frontera territorial Galicia-Portugal?
AH – Lo que pasa con las fronteras es lo de siempre: son mentales, es algo ilusorio que no se corresponde con la realidad. La frontera no es algo natural, es una decisión política que viene de un grupo de hombres que deciden dónde debe de ponerse. Hay un continuum donde todo se mezcla en las fronteras, por eso un lugar de frontera era el lugar ideal para grabar ese limbo de los vivos y los muertos. Esa Raia se da en todos los niveles de fronteras, ya sea el género, la ciencia y la religión, la vida y la muerte, ese límite no es preciso.
360– Hablando de ese papel de Miquel Insua de cura fotógrafo, ¿cómo fue para ti desarrollar este personaje?
MI – Nosotros estábamos todos conviviendo juntos en una casa y llegó un momento que estábamos en una lareira donde comíamos y cenábamos. Acabamos entrando en esos relatos que están tan presentes en nuestra cultura. Compartíamos esas historias de médiums, de meigas, nuestras vivencias de lo que estaba pasando también en la película… En mi papel de cura hay algo de poder elevarse sobre las pasiones y contemplarlas. Hay mucho respeto al paganismo, él no entra a hacer un juicio de lo que sucede con este tema del cuerpo abierto. En su parte de fotógrafo, también se mezcla con algo de la tecnología y ahí se intenta aliar el profesor [Tamar Novas] buscando un aliado a la sinrazón. Claro que lo que se encuentra el profesor es bien diferente a un aliado.
360 – Nos queda hablar de esa frontera del género que aparece presente en el papel de Obdulia. Ella representa ese mundo homosexual dentro de una cultura tradicional a principios de siglo, quizá ser un cuerpo abierto fuese una forma de poder abrirse a si misma o de escapatoria…
AH – Como decíamos, la película juega todo el tiempo con ese concepto de límite y frontera. Obdulia nos hace plantearnos ese tipo de preguntas: hasta qué punto es un cuerpo abierto o cualquier mujer sin poder tener libertad de expresar su identidad sexual podría acabar rozando la enfermedad mental por estar en una sociedad donde tenían que vivir en la total ocultación. Al final, todas estas preguntas e hipótesis que os planteáis los espectadores son nuestros puntos de partida. Hubo una persona que me dijo una vez que mi forma de hacer cine es para adultos porque no doy explicaciones, dejo que sea el espectador el que busque las suyas propias o al menos que se plantee este tipo de cuestiones que son tan actuales.
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