JOSÉ BARCIA TUCCELLI | Motivación para el cambio | Lunes 24 julio 2017 | 10:49
Tengo la enorme fortuna de llevar nueve años trabajando al lado de personas afectadas por cáncer utilizando a la educación física como herramienta terapéutica. Nuestro objetivo es contribuir a la mayor calidad de vida de personas que están pasando por momentos de crisis muy significativos.
Es importante señalar este objetivo de inicio, porque no hacemos rehabilitación, eso se lo dejamos a los médicos rehabilitadores y a los fisioterapeutas, con los que mantenemos buena relación. No tratamos de mejorar de manera específica, por ejemplo, los rangos articulares de un hombro afectado tras un cáncer de mama, ni buscamos intervenir sobre un linfedema, por supuesto que no, eso se lo dejamos a ellos; nosotros lo que queremos es ayudar a la persona que está pasando por un momento de crisis vital, un momento que seguramente le habrá hecho cuestionarse muchas cosas importantes, básicas en su vida.
No tratamos de incidir sobre una lesión, ni sobre la enfermedad, sino que buscamos ayudar a la persona. No vemos al cáncer, sino que vemos al individuo, a la mujer o al hombre con nombre y apellidos, con una familia, con unos objetivos, con unas expectativas, por supuesto, con unos miedos. Esto no son palabras dichas al viento, no son palabras para quedar bien, sino que indican una forma de enfrentar un proceso terapéutico.
Muchos profesionales sanitarios intervienen sobre la enfermedad, pero no miran a la cara de la persona, y en ese momento, pierden parte de posible efecto terapéutico de su intervención, no sobre la enfermedad, sino sobre la persona en un momento de sufrimiento. Solamente habla el médico, poco habla el paciente.
No hay más que escuchar las quejas más repetidas por estos pacientes que se lamentan de que salen de las consultas con las mismas dudas con las que entraron, y en ocasiones con sus miedos incrementados. Entendamos también que el sistema no ayuda, los servicios de oncología están saturados y los oncólogos bastante tienen con buscar y encontrar las mejores vías de tratamiento y de intervención para lograr frenar la enfermedad; pero una vez dicho esto, el propio sistema, no los oncólogos a título personal, quizás debería de meditar cambios en favor de atender a la globalidad de la persona y no solamente a los tumores.
La OMS definió la calidad de vida en función de la forma en que la persona, en que cada uno de nosotros, percibimos el lugar que ocupamos en nuestro entorno cultural y en el sistema de valores en que vivimos, así como en relación con objetivos, expectativas, criterios y preocupaciones. Lo que nos está diciendo de manera clara es que nuestra calidad de vida es una percepción subjetiva. Como tal percepción está mediada por procesos cognitivos, por interpretaciones, aquellas que hacemos cada uno de nosotros y que van a depender por tanto de nosotros, por eso es subjetiva.
Nuestra calidad de vida depende de cómo experimentemos los distintos momentos por los que vayamos transitando, no tanto de las propias circunstancias, sino de cómo las vayamos viviendo. La parte positiva es que la podemos modificar en nuestro provecho. No hablo de cambiar mágicamente las circunstancias de nuestra vida, ni de pensar que con algún tipo de pensamiento van a desaparecer los problemas, sino de que podemos hacer bastante para tener una mejor vida mientras estamos transitando por un momento sin duda muy complicado tanto para las personas afectadas como para sus familias; incluso para la sociedad, que todavía no sabe, no sabemos, cómo tratar a los enfermos, cómo hablarles o cómo acompañarlos.
La OMS incluye en la calidad de vida a la salud física, el estado psicológico, el grado de independencia, las relaciones sociales, los factores ambientales y las creencias personales de cada individuo a la hora de valorar lo que es y cómo es su vida.
¿Cómo podemos hacer para intervenir en la práctica en esta forma de percibir la realidad?.
Podremos tratar de cambiar los patrones de comportamiento de la persona afectada. Todos tenemos una serie de esquemas de conducta que ponemos en marcha de manera más o menos inconsciente cuando nos encontramos en situaciones similares. Y todos actuamos también siguiendo unos esquemas en aquellos momentos en los que nos enfrentamos a situaciones que valoramos como complicadas de vencer, situaciones en las que quizás no podamos salir victoriosos. Pues bien, podemos modificar estos patrones de comportamiento y lograr así un mejor afrontamiento de los momentos de crisis.
Por otro lado, cambiaremos las creencias y los pensamientos categóricos que muchas veces rodean a enfermedades como el cáncer, buscaremos ampliar los apoyos sociales del afectado, le dotaremos de herramientas prácticas útiles para mejorar sus capacidades funcionales, para mejorar la funcionalidad de su cuerpo en sus tareas cotidianas.
Trataremos de mostrarle que puede seguir aprendiendo, que puede seguir mejorando, conociendo a nuevas e interesantes personas, que puede seguir poniéndose objetivos. ¿Todo eso a través del ejercicio físico? Todo esto a través de la educación física, que implica una forma de aprender a experimentar el cuerpo y a relacionarse con el entorno a través de él, y por supuesto, gracias a la colaboración potencial con otros muchos profesionales como los propios oncólogos, cirujanos, enfermeros, médicos rehabilitadores, fisioterapeutas, nutricionistas, psicólogos, podólogos, masajistas, técnicos deportivos, trabajadores sociales y toda aquella persona que deseen aportar en favor del beneficio de las personas afectadas.
No se trata de negar una realidad sino de adaptarse a ella, de aceptarla y a partir de ahí hacer lo posible para estar mejor, para tener la mejor calidad de vida. Nadie dice que sea fácil, sobre todo según cómo estemos acostumbrados a relacionarnos con los problemas y cómo sea nuestra personalidad, nuestros rasgos dominantes. Pero la opción de quedar a la deriva arrastrados por las circunstancias sabemos que no suele llevar a buen puerto.
Nuestra calidad de vida va a depender en mucho de nuestros hábitos. De nuestros hábitos de acción pero también de aquellos relacionados con nuestros pensamientos. Podemos intervenir sobre ambos. Podemos dejar atrás hábitos negativos sustituyéndolos por otros positivos y también podemos modificar la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos, las palabras que nos decimos, cómo nos consideramos a nosotros mismos, quién creemos que controla nuestro destino o nuestras opciones de elección. Podemos hacer que afloren los valores de cada persona, aquello que la define y que es importante para ella, en cada caso en concreto, de manera única, y que viva su vida como cree que la debe de vivir.
La calidad de vida es una experiencia subjetiva, y la buena noticia es que se puede personalizar y por ello mejorar. No son palabras sin más, hay muchos ejemplos de personas que ante una misma situación han reaccionado y actuado de maneras completamente diferentes. Como dije al inicio van nueve años, muchas experiencias, muchas historias, muchas vidas, alegrías y despedidas, muchos ejemplos prácticos de que podemos mejorar nuestra calidad de vida si somos capaces de tomar perspectiva, de abrir los ojos y de mirar más allá de un diagnóstico.
José Barcia Tuccelli es licenciado en Educación Física y en Psicología y tiene una amplia experiencia en el campo del ejercicio físico, la salud y el deporte de rendimiento. Para más información podéis visitar su página de Facebook.