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Cinco horas con Ángel: entrevistas, árboles, una RCP y un millón de cafés

MARTA CORRAL | Ferrol | Viernes 26 mayo 2023 | 23:30

Su desafío está en romper la tendencia y convertirse en el Jaime Quintanilla del siglo XXI, repitiendo la Alcaldía del PSOE de una ciudad inconformista, crítica y exigente que echa a sus alcaldes cada cuatro años. El domingo veremos si Ángel Mato ha sido capaz de esquivar ese sino y no acusar el desgaste que supone estar al frente del Gobierno local. El reto que ha tenido por delante en esta campaña ha sido el de tratar de capitalizar su gestión y convencer al electorado de que Ferrol necesita estabilidad en la plaza de Armas, un argumento que ha desgranado en las cinco horas que pasamos juntos el lunes 22.

A pesar de su inevitable exposición pública, Mato es un hombre que protege sus parcelas personales y no cede terreno, para disgusto de su equipo de campaña, que se afana en mostrarlo más cercano, más él. Me da la sensación de que haber cedido un ápice en el pasado le ha dado más de un disgusto del que ha aprendido. Aun así, es un tipo que podría estar hablando durante horas mientras tenga un cortado delante. Sarcástico en estas distancias más cortas, admite que lo que más le gusta de Ferrol es su espíritu crítico y que está harto del «donde perder es lo normal».

Me cito con él a las 9:30 horas en el Café Avenida y, a pesar de que tiene fama de impuntual ―como suele ocurrir con casi todos los alcaldes―, cuando llego ya está tomando café en la terraza. Como al resto, le pregunto qué ha hecho antes de venir aquí y no diré, porque forma parte de esa parcela que prefiere mantener oculta, que ha estado haciendo surf con un amigo. Sé que ustedes sabrán disimular y decir que no han leído esto en Ferrol360. «A mí lo que me encanta es hacer el desayuno a mi familia, que es el momento en el que nos vemos todos. Además no es un desayuno cualquiera: corto fruta, hago tostadas con jamón…», me explica entusiasmado.

«¿Cómo ves la campaña? Yo creo que estamos todo el día hablando de conachadas y no de gestión», protesta, mientras saluda aquí y allá, despacha con vecinos que se acercan. «Yo es que la ciudad ya la veo en unos y ceros, tengo una lectura de ella muy precisa», me dice el científico que lleva dentro, al tiempo que una señora viene a protestar por el mal estado de un mupi: «Tiene usted razón», le responde. Y la tiene. Hablamos de los Beatles porque, además de fados, el candidato socialista también tuvo una época en la que le gustaba música un poco menos melancólica. Mientras yo me he tomado un café, él se ha tomado tres y vamos a COPE Ferrol, donde espera Ada Romero para entrevistarlo.

«Gobernar no es como hacer oposición, no llegas a todo», responde Mato a las preguntas que le plantea la compañera, recordando los años de pandemia que han tenido que afrontar e insistiendo en que uno de los problemas de Ferrol es la falta de continuidad de los gobiernos. «Me preocupa que no se esté hablando de gestión y se hable de chascarrillos», repite ahora, pero sin emplear el término en ferrolano que me confió en privado, «deberíamos poner a la campaña en su sitio, pero pasamos de puntillas por las cosas del día a día».

Lanza una puya al candidato popular cuando habla de que «se necesitan proyectos bien definidos y no al kilo, con tres o cuatro ciudades del deporte» y reitera que «solo se habla de líos que no hubo, pero no de la inversión de 40 millones de euros». Se detiene de nuevo en Rey Varela ante las preguntas de Ada para decir que su «ferrolanismo no tiene nada debajo», que solo se pone la «pulserita de ferrolano». Su mensaje está en sobreponer su visión de la urbe, el hito del convenio con Defensa y la necesidad de que «la ciudad no tenga que empezar de cero». Salimos de la plaza de España hacia el Palacio Municipal y al llegar nos recibe un estruendo.

«Pero esa alarma, ¿qué es?», pregunta. Baja Germán Costoya, concejal de Seguridade, y otros ediles comienzan a llegar también al vestíbulo hasta que Mato se fija en que se trata del cajetín del desfibrilador. Se había retirado de su lugar y por eso emitía el sonido. «¿Ha pasado algo?», pregunta, y acto seguido sale corriendo hacia la zona del Registro, donde se ve a gente apilada en el pasillo. Le sigo pensando que no puede ser nada normal en este santo pueblo y, en efecto, un pobre hombre ha tenido una convulsión y está tirado en el suelo. El candidato acude a tratar de prestarle también ayuda y, después de un rato, con la situación controlada, subimos al primer piso para que asista a la Xunta de Goberno.

Compatibilizar la campaña con los asuntos de la Alcaldía no es fácil y el tiempo se encoge en el día y se dilata hasta la madrugada en la Cuerda Floja, me cuentan. Aprovecho para esperar dentro del Gabinete de Prensa con Ángel Castiñeira y Ana de Antonio, que trabajan entre montañas de periódicos. «Siéntate si quieres, esta es la silla de los lamentos», me dice ella divertida, señalando un asiento granate que es donde se sientan los concejales o el alcalde cuando están contrariados por algo y buscan un desahogo. Lo cierto es que es llamativo que el equipo de Gobierno, con la legislatura ya casi terminada, se lleve tan bien. Lo normal es que haya rencillas a estas alturas.

Se lo confío y me dice que «no es por ser pelota, pero mucha culpa de esto la tiene el alcalde, que se esfuerza por hacer piña. Siempre nos dice que si somos capaces, después de esto, de seguir quedando a tomar unas cañas, habrá merecido la pena». Rafael Beceiro, el jefe de campaña, me lo confirmaría más tarde: «Es mérito de Ángel, sobre todo, también un poco mío, que yo insisto mucho, y de Castiñeira. Con el Gobierno de Irisarri no acabamos tan bien». Me dejan entrar un momento en la sala a hacerles una fotografía y se cuela un segundo el secretario municipal para avisarles de que «es el cumpleaños de Vicente Irisarri, por si lo queréis felicitar». Ahonda en que no es que tenga una gran memoria, sino que el exalcalde cumple el día de Santa Rita.

Vuelvo al despacho de prensa, donde cuelgan además dibujos infantiles. Ana Me habla entonces de lo que supuso para ella, con tres hijos, volver a trabajar. Me reconoce su miedo inicial a la hora de retomar la profesión, pero también esa culpa que las mujeres conocemos tan bien. Acabada la junta, me dirijo con Mato y Eva Martínez a la sede del PSOE, en la calle del Carmen esquina con el Cantón. Allí está preparada una reunión con las entidades sociales y por el camino intentan de nuevo que el candidato muestre un cariz más personal, pero se niega y les esquiva: «No soy una persona de otro planeta, hago lo mismo que todo el mundo».

La sectorial de bienestar social desborda las expectativas y la sede socialista. Compruebo que el exalcalde Manuel Couce Pereiro es el jefe del cotarro, no hay duda, está pendiente de todo. «Nos echa muchas broncas», bromean. Ángel y Eva toman la palabra antes de tomarse otro café con las personas responsables de las entidades. Habla Mato del trabajo, muy duro en el confinamiento, del que se siente «especialmente orgulloso». Aplaude lo mucho que hicieron en estos años, pero también reconoce lo que falta por hacer. La concejala, por su parte, habla de conseguir cosas pequeñas como un cambio de puerta en la Casa Solidaria, pero también otras grandes que giran en torno a colectivos vulnerables como la infancia, los mayores, las personas migrantes.

Eva saca la periodista que lleva dentro en los actos públicos. Ha sido una de las concejalas mejor valoradas en estos años por su implicación y la forma de comunicar sus logros, entusiasta en los eventos, dispuesta hasta a disfrazarse para visibilizar el Patrimonio Mundial por el que tanto está peleando. Aprovecho también para conocer a Montse Dopico, la número dos de la lista. Profesora en la EPA de Caranza y secretaria de la Sociedad Filarmónica, me cuenta que durante la campaña se está dedicando a observar y aprender, porque es novata, y a colaborar en lo que pueda. No obstante, no me parece una mujer destinada a mantener un perfil bajo, sino con carácter suficiente como para coger las riendas pronto.

Salimos de la sede para hacer reparto en Recimil. Nunca tantas veces en tan poco tiempo había estado yo en el barrio, pero todo sea por estos cinco horas con. Antes, en modo engranaje, Rafa, Montse, Ana Beceiro y Reyes preparan los sobres de pie. Se nota que esta no es la actividad favorita de Mato porque intenta escaquearse y no repartir, divertido, mientras Beceiro lo llama a capítulo con cariño: «Venga, hombre». Alguna señora desprecia el díptico y el candidato se lo toma con humor. Pienso que en esto sí ha ido ganando en estos cuatro años. Le veo ilusionado, sí, pero también noto que sabe relativizar. Que sabe que la vida, pase lo que pase, no se acaba el día 28.

Abstraído, empezaría entonces a darme una clase magistral de botánica totalmente inesperada. Mato señalaba cada especie arbórea para comentarme algo sobre ella y yo, que nunca supe mucho ni de árboles ni de pájaros ―ni de mil cosas más, por supuesto― asistía a su frikismo alucinada. Pero él seguía, y se paraba con un grupo de señoras a la sombra en la plaza de Sevilla. «¡Qué bien están ustedes ahí, eh!». También nos encontramos con María del Mar López, del BNG, que estaba haciendo reparto en el plaza de España. Se saludan entre risas, dándose ánimos.

De vuelta a la sede espera otra compañera, Cristina Rodríguez Calvo, de Diario de Ferrol, para hacerle una segunda entrevista. Hablo entonces con Ana Lamas, que está preparando propaganda para llevarla al rural más tarde. Sin lugar a dudas, ella ha sido la concejala más quemada del mandato. Le pregunto cómo lo lleva y me cuenta. Me dice que sobre todo se sintió defraudada, que no sabía que en política se cruzaban tantas líneas rojas. Se lleva ahora un aprendizaje a base de golpes, dispuesta a aprender también a gestionar sus emociones y sus sentimientos. A tomarse esto con más filosofía. «Lo bueno de ser madre es que llego a casa y con Ari no pienso en estos asuntos, desconecto», confiesa.

Aparece Dani Berini en la sede a dar un recado y hay que ir a darle un abrazo. Mientras, el equipo debate sobre la visita de Margarita Robles de este viernes, que todavía estaban preparando. Escucho un momento de la entrevista de Cris a Ángel y éste dice justamente que está harto de la canción de Los Limones. Al terminar, les confieso que estaba con la oreja puesta justo ahí y defiendo que esa canción ha trascendido ya como un himno, fuera de ideologías de ningún tipo más que la del orgullo de ser de Ferrol. Les digo que la gente joven, que los pibes, se la saben, que la cantan en el Racing. Intuyo que no me creen, y Mato coge carrerilla en uno de sus habituales monólogos.

Empieza recordando la droga que había en Ferrol en los ochenta, el peligro de andar por determinadas zonas, la imagen de una ciudad que ha quedado en el olvido y no merece la pena rescatar. Tiende a la hipérbole para hacer humor, pero es realista cuando habla de que «es la mejor ciudad para vivir». Nos cuenta que él vivió en otros lugares: desde San Benito, un pueblo donde solo había cine (y menos mal) y también en Madrid, donde el sueldo no te da para hacerlo todo. Se le nota que está donde quiere estar. «¿Habéis visto la placa de Pablo Iglesias?», interrumpe, para enseñarnos una réplica de bronce de la que estaba en la casa donde nació el fundador del PSOE, en Esteiro, y que se fundió en el 36. «No nos ha dado tiempo a colocarla», dice.

Y creo que en ese «no nos ha dado tiempo» Mato resume las ganas que tiene de que, como a Quintanilla, las urnas le den cuatro años más de tregua para tratar de hacer realidad la ciudad con la que sueña. Le digo que tengo que hacerle una fotografía final y busco al Pachara con el Ferrol Mola, pero tiene un andamio. Miro al Cantón y veo árboles, así que le digo que después de sus nociones sobre la vegetación ferrolana qué menos que salir con estos como telón de fondo. Se ríe. Clic. Nos despedimos. Le deseo, como al resto de candidatos, suerte y ánimo. Lo mismo, la verdad, que le deseo a Ferrol.

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