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Cinco horas con Jose: una agenda que echa humo, una sede ‘americana’ y un café en San Xoán

MARTA CORRAL | Ferrol | Miércoles 24 mayo 2023 | 15:23

Las últimas encuestas siguen otorgándole a José Manuel Rey Varela la mayoría absoluta, pero él actúa como si en vez de trece concejales le estuviesen dando la mitad. El candidato del PP de Ferrol sabe muy bien lo que es quedarse sin gobernar por un puñado de votos y está dispuesto a pelearlos uno por uno. En las cinco horas que he compartido con él me ha quedado claro que mantiene a raya las euforias anticipadas, como queriéndose conjurar contra esa fiesta que adelantan los que se dejan llevar por el arma de doble filo que son los sondeos.

«De esta sí, ¿eh?», le repiten una y otra vez los simpatizantes al candidato, que hace exactamente 12 años se convirtió en el primer alcalde con mayoría absoluta de Ferrol. A aquel Jose ―nadie le llama José Manuel en su círculo e incluso le quitan la tilde, con cariño, al primero de sus nombres para referirse a él― la vida le ha dado muchas vueltas desde entonces, en lo político y en lo personal. Un aprendizaje a mano armada que lo mantiene cauto, rodeado de personas de su máxima confianza, pero huyendo de la adulación y de las expectativas edulcoradas.

En estos años ha sido padre y lo que hace antes de llegar a la sede es acompañar a su hijo al colegio. Alejandro Padilla, al frente de la campaña junto a la periodista Raquel Rodríguez, que coordina el área de Comunicación, me citan el viernes 19 en el local de la calle Magdalena a las 9:00 horas. Una pantalla con la cuenta atrás «para la llegada del cambio» me recibe nada más abrir la puerta y me pone en guardia casi sin darme cuenta. Faltaban entonces más de 9 días y 10 horas para el Día D. Me ofrecen café o té mientras esperamos al «jefe», que es así como le llaman también a Rey Varela.

No tardo en darme cuenta de que la tranquilidad que se respiraba a esa hora iba a cambiar radicalmente en cuestión de minutos. No en vano, ese mismo día por la tarde esperaban al presidente del PP nacional y también al del PP gallego, Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda, que estarían en el mitin del Pazo do Monte arropando al candidato. El montaje del acto, las llamadas a los invitados, la colocación de todas las personas confirmadas. Todos los flecos que no se pueden resolver hasta las últimas horas se traducían en teléfonos y timbres sonando continuamente, como en una de esas sedes de campaña que vemos en las películas de Hollywood: «Pues esto no es nada, estábamos más estresados hace una semana», me confiesan.

Rey Varela llega y se prepara un café para tomárselo mientras mantiene con Padilla y Raquel la primera de las reuniones del día, la del repaso de la agenda, que ese día echa humo. Trae consigo, corregido, el discurso que dará en el mitin, para que se lo pasen a limpio y lo impriman de nuevo en unos tarjetones que, me cuentan, son complicadísimos de conseguir y ya han acabado con las existencias en La Papelera Ferrolana, así que han acudido a Paramés. El candidato empezará su jornada con una entrevista por teléfono en Onda Cero y recibirá después al periodista Xurxo Salgado, de Galicia Confidencial.

«Ah, se me olvidaba, porque me llamaron a mí. Me vienen a grabar una felicitación para Carmen Colmeiro, que deja la Presidencia de la Cruz Roja de Galicia», explica el candidato. «Lo llaman muchísimo para hacer felicitaciones», me confirma Raquel ante la que debió de ser una cara, la mía, de cierta perplejidad. En este punto, Rey Varela prepara con su equipo la síntesis del programa ―que puede consultarse aquí― para resumirlo y encajar los mensajes más importantes en las entrevistas. Llegaría entonces un asunto de la agenda mediática que cambiaría parte de la rutina en la sede popular.

El miércoles de noche, la información de un portal digital de economía corrió como la pólvora en Twitter. Anticipaban que Navantia había solicitado terrenos en el puerto exterior coruñés para el ensamblaje de eólica marina. El agravio era evidente y el enfado de los tuiteros ferrolanos también. Al día siguiente, Rueda visitó el CIS para hablar, precisamente, de este sector de renovables y se difundió interesada (y falsamente) que el presidente de la Xunta había «celebrado» la petición de la empresa pública para expandirse. En resumen: todo el mundo estaba mirando a Rey Varela a la espera de sus declaraciones. Y yo en el medio, como una convidada de piedra.

«Casi un millón de metros cuadrados de superficie en la antigua Astano, en el astillero del que salieron los petroleros más grandes del mundo ¿y me dices que no tienes espacio?», preguntaba Rey Varela, retóricamente, al Gobierno central como responsable de Navantia, visiblemente enfadado. No solo por lo evidente, que es el deseo de la empresa pública de establecer parte de su actividad en suelo coruñés, sino también por lo inoportuno de un anuncio en pleno proceso electoral: «Yo ya no creo en las casualidades. Lo anuncian cuando va a venir el presidente, al que por cierto no han dejado entrar en el astillero ayer», explica.

Manda un WhatsApp y suena el teléfono a los pocos minutos. «Es el presidente, ¿me dejáis?». Salimos del despacho para comprobar que la sede ya era un hervidero y que yo me sentía como en una película de intriga política estadounidense de la que, con generosidad, me estaban haciendo partícipe. Aprovecho entonces para conocer más al equipo de campaña del PP de Ferrol. Mientras, Rosa, Irene y Eva preparan los dípticos y los packs para hacer repartos ―con caramelos, bolígrafo, tote bag e imanes―, y Rosa Martínez Beceiro llama a las entidades sociales para preparar con ellas un acto sectorial.

Ana Leira, encargada de convocar a interventores y apoderados, me confiesa que es una tarea muy dura. «Tienes que llamar a la gente muchas veces y siempre hay alguien que, finalmente, no puede venir por causas de fuerza mayor, así que toca reubicar su espacio», explica. Es evidente que los populares son los que más masa social mueven en la ciudad y la estructura de organización requiere de un esfuerzo extra. Mientras, el responsable de montaje de mítines, Quique, aparece para recibir las últimas instrucciones sobre el acto, que Raquel se afana en cerrar: «Hay que reservar las seis primeras filas. Aquí van las entidades, que es más accesible».

«Hay que avisar a la gente de que va a hacer frío», traslada también, sin faltarle ni un detalle. En otro despacho está Juanjo en el ordenador mientras Padilla, a su lado, redacta unos documentos que el jefe le pidió para Rueda sobre el tema de la eólica. «Yo soy uno de los que se encarga de las redes», me cuenta el primero, evidenciando que el PP de Ferrol se vuelca en todos los canales posibles para hacer llegar sus mensajes a la ciudadanía de una forma más visual y directa. Bea Quintía aparece entonces con su mascota, Samba, un bichón maltés que parece bullir al ritmo de una sede que emerge como un engranaje de trabajo perfecto.

Ella viene a buscar material para repartir también, dejando claro la implicación de las Nuevas Generaciones en esta campaña. «Marta, ¡nos vamos!», me dice divertido el candidato, a sabiendas de que debo acompañarlo, al terminar sus primeras citas. Vamos a San Xoán y Aran López nos hace de taxista hasta El Molino Viejo. Mientras le esperamos, José Manuel me cuenta que él necesita seguir trabajando con el papel. Elaborar los documentos de trabajo, afanarse en torno a ellos, para no perder perspectiva ni el objetivo de lo que quiere hacer y comunicar: «Si lo hago de otro modo, me da la sensación de que no estoy haciendo nada».

Le pregunto cómo fue la lluvia de ideas que terminó con «¡Opa Ferrol!» como lema de campaña y me confiesa que fue la consigna que menos tiempo tardó en aceptar de todas estas campañas que lleva encima: «Mi equipo me lo propuso y dije que sí al momento. Después, me dijo Suso Basterrechea que él la propuso también a los suyos y le dijeron que no», apunta sonriente, dejando patente la buena relación que hay entre dos formaciones poco sospechosas de parecerse políticamente. Hablamos también de esos ratos que el popular guarda para su familia en estos días frenéticos: el acompañamiento al colegio, comer en casa y, siempre que puede, cenar juntos.

Una señora lo llama desde una terraza del Cantón, pero Arán ya está aquí con el coche y vamos apurados. «Ahora no puedo parar, ¡ya nos veremos! ¡Hablamos!», le dice. Saludando por la ventanilla a un amigo, no se quedan seguro de que lo haya reconocido y lo llama: «Era yo», explica al otro lado del teléfono. Aprovecha para escuchar y contestar algunos audios de WhatsApp donde gente cercana repite lo de «opa Ferrol» con cariño, deseándole suerte. Le pregunto cómo es capaz de responder a todos si yo misma me saturo cuando tengo más de cinco mensajes no leídos: «Lo hago en estos ratos, respondo a todo el mundo, es importante».

En El Molino Viejo nos espera Maica García Fraga con el equipo que coordina para los repartos por San Xoán y los ensanches. Ella es una curranta y los que están con ella no lo son menos: Willy, al frente de la megafonía, se encarga también de ir surtiendo a los barrios y se le ve encantado con la tarea, pero confiesa irónico que escucha la voz de Rey Varela hasta en sueños. «Tenemos gente repartiendo simultáneamente en toda la ciudad y Jose se va turnando para hacer recorridos con todos», me explican. Aquí están dos jóvenes entusiastas, Sara y otro Jose, y también Raúl. El candidato nos invita a un café con unos churros buenísimos.

El itinerario con Rey Varela se convierte, con franqueza, en un baño de multitudes. Maica le va informando de quién regenta cada local mientras gente de todas las edades lo va parando: «Es todo un acontecimiento que vengas al barrio», le dice una señora, plantándole dos besos. Cada persona con la que nos cruzamos se lleva un pack con la tote: «Tomen, para guardar el pan», dice el candidato a un grupo que hacía cola en la panadería. Otra mujer, desde la otra acera, le saca una fotografía. Se le dan bien las distancias cortas.

Sabe cómo responder a cada persona con la seguridad y la empatía suficientes como para que todo el mundo crea que está al tanto de su vida aun a sabiendas de que lo acaban de conocer. «Vamos hasta Finolo, que nos dejó un taburete para uno de los cafés con vecinos y es muy tuyo», le dicen Arán y Maica al candidato, poniendo rumbo hacia la Manuel Belando. Mientras, yo aprovecho para preguntar a Sara y a Jose si eso de que los jóvenes no votan al PP es ya más un mito que otra cosa.

«Eso es cosa del pasado», me dice ella, que ha pedido el día en el trabajo para poder estar repartiendo con el candidato. Jose, que es miembro de la lista también, reconoce que en su entorno hay diversidad de opiniones políticas, pero ambos constatan que lo que hay, sobre todo, es tolerancia, y sienten el respeto de los suyos por su decisión de haberse implicado en política. Me da la impresión, en este punto, que más que del PP, la militancia ferrolana es reyvarelista y con él va a donde sea, por encima de unas siglas que en Ferrol cada día se quedan más pequeñas en los carteles.

Dejamos a la cuadrilla del reparto para volver al centro y pasar un momento por la sede. Cojo otro caramelo y creo que ya van tres o cuatro. Me invitan también a un cruasancito de París y a ver quién dice que no y menos a esas horas de rugidos estomacales. Me queda poco tiempo con el candidato, al que acompaño al Palacio Municipal para despedirme allí, puesto que tienen los actos programados por Santa Rita. José Manuel, al que se le ve siempre controlando sus palabras, cómodo en las intervenciones públicas, ¿sigue sintiendo nervios?

«Eso no desaparece nunca. Siento los mismos nervios en un acto como el de hoy que en un café con vecinos. Creo que es necesario tener esa sensación porque te ayuda a hacerlo mejor, a dar más de ti mismo», reconoce. Continúa saludando aquí y allá durante el camino y nos despedimos en la entrada al consistorio, regalándome él una camiseta de «¡Opa Ferrol!» como las que después lucirían en un mitin en el que tanto Feijóo como Rueda dejaron claro que no celebraban, sino todo lo contrario, que Navantia quiera ampliarse en A Coruña: «No consentiremos que se desvíe carga de trabajo de nuestra ría», dijo en el atril el candidato, dando respuesta a quienes le reclaman salir al paso. Y yo, al escucharlo, tuve la certeza de que había logrado convertir en bumerán el dardo que le habían lanzado.

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