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El día que todos conocimos a Vanesa López

La pintora regaló un cuadro de Vanesa a sus padres en el estreno de este sábado (foto: Ferrol360)

MARTA CORRAL | Ferrol | Sábado 2 septiembre 2023 | 16:30

Hay personas que se convierten en árboles. Se mueren siendo una semilla que los suyos quieren cuidar, proteger de las plagas, regar y podar hasta que le salen ramas y un tronco robusto que no se dobla ni con el viento del nordés. Allí irán a buscar después sombra cuando la necesiten, a barrerle las hojas en otoño, a recoger sus frutos o a apoyarse en él para tener consuelo. Vanesa López es una de ellas. Una mujer a la que su familia y sus amigos han hecho inmortal a pesar de que el puto cáncer se cruzó en su camino llevándosela a los 23 años.

Yo no la conocí, pero ahora la conozco. Podría ser mi amiga, mi hermana, mi hija, mi compañera. Podría ser cualquier persona querida porque gracias al documental Vanesa, una lección de vida, hemos tenido la oportunidad de empatizar con todas las voces que la invocan al otro lado de la pantalla. Sus primos, José Luis y Laura Allegue, han tejido decenas de entrevistas para hacer el puzzle vital de la joven de la eterna sonrisa, la misma que nos saludó en aquella magnífica foto de Helena Segura-Torrella en las Resilientes.

Este viernes, me acerqué a la carretera de Catabois a ver de cerca la menina que Cris López Souto le está dedicando en colaboración con la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). La artista ferrolana estaba impresionada por la cantidad de personas que están pasando a verla a pesar del chaparrón que cayó en la jornada. Los padres y la hermana de Vane, sus primos, sus amigas. Reconoce que es una responsabilidad; sin embargo, también es una hermosa encomienda dejar su huella en este festival de arte.

Este sábado quiso regalarle a sus padres una réplica en lienzo antes de la proyección. Afundación se quedó pequeña para el estreno del documental, decenas de personas se tuvieron que conformar con verlo a duras penas desde la puerta. La Vane’s Band, músicos que se han juntado para tocar en el evento y hacer conciertos solidarios en las próximas semanas, abrió con Copenhague en la voz de Irene Amador. José Luis Allegue recogió el testigo dispuesto a sobreponerse a la emoción que, como es lógico, intentaba quebrarle la voz.

Avisa al público de que su familia ha sufrido un nuevo mazazo con el fallecimiento de otra prima, nos sobrecoge, les acompañamos en el sentimiento. Explica, entre una larga lista de agradecimientos, que el trabajo respondía al deseo de «enseñarle a la gente que no la conocía cómo era ella, lo que nos enseñó antes y durante su enfermedad», valorando que «supo vivir y disfrutar el poco tiempo que le dejaron». Confesó que cumple una promesa que le hizo, la de colaborar con la AECC donde ella encontró tanto consuelo.

El árbol de Vane, el tatuaje que quiso hacerse y no pudo, ahora se multiplica en las totes que Raúl Lomba, de Waves, bordó para el estreno. Solo es esta una de las formas de colaborar económicamente, puesto que también había una urna de donativos en la entrada al recinto y está en marcha una campaña online que está a punto de llegar a los 6.000 euros recaudados ―se puede todavía hacer donaciones en este enlace―. La hermana de la protagonista, Tamara, subió al atril después para describirla sin escatimar adjetivos.

«Especial, bella por dentro y por fuera, fuerte, luminosa, espontánea». Dijo que «estaría feliz» viendo la sala a rebosar, pero no quiso esquivar el dolor al reconocer que lo que le sucedió fue «una putada». Cuando le dijo que tenía cáncer, a Tamara «se me puso una losa en el pecho que aun tengo», a sabiendas de que tocaba «apretar los dientes en una carrera de fondo». Ella, recordó, «lo entendió todo» y su único objetivo fue sorberle el jugo a la vida y procurar que todos a su alrededor fuesen felices, que no se preocupasen, que todo iba a ir bien.

No sabía yo la lección de vida que había dado Vanesa, el por qué del título, pero bastan dos minutos de documental para darse cuenta: enseñó la generosidad más grande del mundo, la de consolar a los suyos antes de tiempo. «Nunca se quejó», dice su madre en la pantalla, «puso todo de su parte», sigue su hermana. Vivió intentándolo todo e incluso, a sabiendas de lo inevitable, quiso someterse a tratamientos experimentales porque podrían ayudar a otros en el futuro. Entretanto, repartió sonrisas, consoló a su gente, se preocupó por un padre al que no le salen las palabras.

Amigas y amigos, su madre, su hermana, su novio, sus primos y otros familiares, sus compañeras Resilientes, Lucía la psicóloga de la AECC y las responsables de la entidad en Ferrol hablan de ella y reconstruyen su legado. Explican cómo fue el diagnóstico, en plena pandemia, cómo encaró a la muerte y liberó de carga a sus seres queridos en el proceso, cómo se enamoró de Gabriel y Gabriel de ella a pesar del futuro incierto, de los días con fecha de caducidad.

«La gente joven no valoramos la salud y esto te hace que la valores, nos enseñó además a relativizar las cosas malas que nos suceden», explicaban sus amigas. Una «experta en juntar pandillas», siempre dispuesta a ponerse guapa, a bailar y a cantar. Un «cascabel» que alegraba a todo el mundo y que lo último que les dijo a sus padres y hermana fue que fueran felices, que se arreglasen, que se fuesen de vinos. Antes, ya les había encomendado romper su hucha del cerdito para donar su dinero a la investigación. Ahora, nos toca a los demás poner nuestro granito de arena. Ella ya hizo su montaña.

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