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El ‘efecto’ Jaume Jardí desborda a una mercería de Narón

Rocío, Esther y Chey este viernes en la mercería con las prendas del Racing (foto: Ferrol360)

MARTA CORRAL | Narón | Viernes 16 junio 2023 | 15:30

Jaume Jardí, artífice de los dos goles que le dieron el ascenso directo al Racing de Ferrol ante el Celta B, se despedía esta semana del racinguismo diciendo que «un trocito de mi corazón está pintado de verde». Pocos días antes, una fotografía del futbolista mostrando un par de calcetines con el escudo del club ferrolano se hizo viral en Twitter y todo el mundo empezó a preguntarse dónde se podían comprar unos iguales.

«Fue el domingo cuando me dijeron que estaba en Twitter, que yo no tengo nada de eso, y me empezaron a hacer encargos de calcetines», recuerda Esther Méndez, al frente de la mercería Esther (calle Torrente Ballester, 11, Narón), todavía sorprendida del poder de las redes sociales y de las casualidades. Una de sus empleadas, Chey Pumariega, es la artífice de la famosa prenda que únicamente venden allí y que han tenido que reponer rápidamente por la larga lista de pedidos que manejan.

Un cúmulo de casualidades

Chey, además de trabajar en la mercería, está lanzando una empresa de personalización de todo tipo de prendas y objetos tras haberse retirado de la Armada con 45 años. «Le había prometido a mi hijo Bruno, que lleva toda la temporada yendo a A Malata, que si aprobaba todo le compraría una camiseta del Racing; pero cuando fuimos a por ella ya no quedaban y yo tenía que cumplir para que él fuese de verde al partido del ascenso», relata.

Así que personalizó una camiseta verde y su hijo, encantado con ella, la puso en el estado de WhatsApp: «Todo el mundo empezó a preguntarnos por las camisetas y yo se lo comenté a Esther, así que miramos de surtirnos en Río do Pozo y las pusimos a la venta. Fue el no va más, trabajamos hasta última hora. Como también tenía un par de pares de calcetines que había hecho para testear, los pusimos en el escaparate», recuerda, sin imaginarse que se convertirían en el producto estrella.

La sorpresa de Jardí

Y, ¿cómo llegaron hasta Jardí? «Un vecino, que está mucho en mi casa, Alex Calvo, jugó en las categorías inferiores del Racing y se lleva muy bien con los jugadores, así que le prometió a mi hijo Iván ―que también es muy racinguista― que, si se portaba bien, le conseguiría una camiseta firmada por ellos», explica Esther, confirmando que dio el beneplácito para el regalo, pero que no se imaginaba que se lo traería directamente Jaume.

«Apareció aquí con Alex e Iván se quedó mudo, se llevó una sorpresa enorme, y yo quise darle algo a cambio a Jaume por el detalle, que además se iba, así que sacamos los calcetines y los fotografié con ellos». Su hijo puso la imagen de perfil en el WhatsApp y de ahí llegó a Twitter, precipitando la producción de decenas de pares de calcetines: «Está siendo una locura, la verdad. Camisetas hemos vendido cientos y pares de calcetines tenemos ya casi todos reservados», confirma Chey.

A punto de cumplir 30 años

Los precios de los productos son además muy asequibles, porque los famosos calcetines de Jardí cuestan 10 euros y las camisetas 12 euros. La mercería Esther es un no parar de gente y, mientras hablo con ellas dos, Rocío, la tercera trabajadora, despacha a las clientas. Me cuenta la dueña que ella empezó el negocio en 1994, cuando una amiga suya se lo traspasó porque no podía seguir llevándolo. De un local pequeño, pasó en el 2000 a uno algo más grande y en 2020, en plena pandemia, desembarcó en este de 160 metros.

Diríamos que no cabe un alfiler para dibujar un espacio repleto de materiales, pero en su caso, alfileres caben muchos, claro está. Con tres personas en el equipo, venden todo tipo de material de costura y corte, pero también ropa interior y telas. «La gente vuelve ahora a arreglar las prendas y también se entretienen otra vez con labores, pero hay incluso gente joven que se anima a aprender», confirma, aplaudiendo la tendencia.

Un negocio con el corazón en el barrio

Cree Esther que las clases que se dan en los centros sociales, por ejemplo, son un buen revulsivo para que la gente pruebe y se enganche, porque suelen además estar bien de precio. Ella aprendió a coser a los 13 años con una «modistilla, después saqué el diploma de corte y seguí en fábricas, que es donde se pierde el miedo y coges el ritmo», valora, añadiendo que su equipo está especializado. «Lo que no tenemos, lo conseguimos», presumen.

Además, no viven al margen del barrio y ponen su granito de arena para todo. Por ejemplo, con el club O Freixo de Narón, donde juegan sus hijos y cuentan con ellas para «lo que necesiten» o, en el confinamiento, cuando Esther se convirtió en una referencia de la creación de mascarillas personalizadas, pero también donando parte de la producción, materiales e incluso batas para sanitarios. «Creemos que es importante que nos ayudemos todos, ¿no?». Para tener más información o encargos, la mercería atiende en el 981 38 52 22.

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