FERROL360 | Viernes 20 septiembre 2019 | 10:56
ICON Design, el apartado que desmenuza el arte, la arquitectura y la decoración en el periódico El País, ha elegido la antigua Fábrica de Lápices de Hispania como una de las «nueve joyas de la arquitectura en España que destruimos por especulación o desconocimiento», en este artículo publicado el pasado 12 de septiembre.
Junto al barcelonés Kiosco Canaletas, el mercado de Olavide de Madrid o el cine Trianón de Valencia, la edificación ferrolana en la que entró la pala en 2012 ocupa el cuarto puesto del listado confeccionado por el popular diario nacional, destacando junto a su nombre su racionalismo art decó y su importancia económica.
Ofrecen en el diario unas pinceladas de su origen en 1934, fruto del entendimiento de un grupo de socios ferrolanos que ocuparon primeramente un edificio ya existente antes de construir cuatro años más tarde, debido a su éxito, el emblemático inmueble que estaba en Ferrol Vello y del que hoy solamente queda una enorme huella en forma de solar abandonado.
La puntilla de la autarquía
El recordado arquitecto Nemesio López Rodríguez firmó un proyecto de líneas sencillas y geometrías, acordes al racionalismo industrial que triunfaba por aquel entonces. Destacan asimismo que, durante los años 50, la fábrica «llegó a producir 50 millones de unidades al año con una plantilla de más de 400 empleados».
Su boyante situación cambió, explican, con la llegada de la autarquía a finales de los sesenta y sus medidas liberadoras que «en combinación con las políticas de austeridad causaron mucho daño a ciertas industrias que no pudieron competir en la internacionalización de los mercados». La factoría se liquidó el 30 de octubre de 1986.
«Se vendió la fábrica y las instalaciones quedaron abandonadas, pendientes de un plan de construcción de un grupo de viviendas a pesar de aquellos que solicitaban su conservación para nuevos usos públicos. Finalmente fue derruida en 2012», explican en El País. En aquel tiempo de concentraciones frente a la fachada de la fábrica pidiendo una segunda oportunidad para el edificio en forma de, por ejemplo, contenedor cultural, cabe recordar que a las personas que lo reivindicaban se les miraba con recelo.
Siete años después sigue vacío su privilegiado espacio mirando a la ría de Ferrol y hay pocos que no se echen las manos a la cabeza. Ni viviendas ni fábrica. Dejamos que se perdiera un emblema de nuestra ciudad y, como suele ocurrir, ahora vienen los de fuera a decirnos que era una «joya de la arquitectura». Para reflexionar.