MARTA CORRAL | Ferrol | Lunes 20 noviembre 2023 | 23:30
Juan Rey no imaginaba que su archivo nostálgico y su celo por los detalles acabarían valiéndole una lluvia de likes en las redes sociales. Este ferrolano del 73, vecino de O Inferniño, se ha hecho tremendamente viral con una fotografía que ha logrado clavar tres décadas después: el mismo chándal de táctel y el mismo Seat 133 al que cuida con mimo y asegura que «es un miembro más de la familia». Una instantánea que envió a la página Yo fui a EGB y ahora la conocen en toda España.
«Vaya coña con la foto, no me esperaba tanto éxito», admite el protagonista en un audio de WhatsApp contestando a las preguntas de Ferrol360 sobre la historia que hay detrás. Lo cierto es que sorprende el enorme alcance que ha tenido la publicación, pero cualquiera que conozca mínimamente a Juan sabe que podría decir de memoria lo que estaba haciendo aquel 30 de agosto de 1993. Ese fue el día que le dispararon la primera de la fotografía, enfrente de casa de sus padres, precisamente la que le inspiró para su antes y después.
«Todo tiene su origen en el grupo que se hizo por la fiesta de los 50 años de la generación del 74, donde uno de los organizadores me metió por error porque fuimos juntos al instituto. Yo soy del 73, pero me quedé porque se recuerdan rollos de los 90, de la nostalgia, y a mí me van esas cosas. Así que participo mucho y me lo paso bien», explica Juan, apuntando que para amenizar la espera hasta la celebración en marzo se hacen propuestas de dinamización.
«Propuso que publicásemos una foto de esa época y otra de ahora a los que estamos en el grupo, así que buscando fotos me encontré con esta», recuerda. Supo Juan que ese mismo chándal, que cuando le llegó la jubilación hace unos 25 años puso rumbo a su aldea ―Sibil, en la parroquia ortegana de Devesos―, seguía todavía por allí. Es más, calcula (y no lo ponemos en duda) que en este tiempo se lo habrá puesto unas cuatro veces: «Está bastante trotado, pero luce bastante guay en la foto, conserva muy bien los colores. Es un superviviente», zanja.
Con el chándal localizado, no pudo sino poner sus esfuerzos en recrear la misma foto al volante del Seat 133 de sus amores. «Fue el primer coche que compraron mis padres, en el 77. Yo tenía cuatro años cuando lo fuimos a buscar a la Seat con mi madre y mi padrino, yo iba todo contento porque al fin teníamos coche en casa», rememora, precisando que el concesionario estaba en San Xoán, enfrente de Ferretería Canaima, y que «nos lo vendiera Franklín [Gilbert Franklín Alleyne], que era portero del Racing y estaba de comercial».
En el año 2000 compraron otro coche, pero «se le tenía cariño y se fue conservando y cuidando, es como otro miembro más de la familia» al que en 2014 pintó y arregló Juan a conciencia, yendo con él a muchas concentraciones de clásicos en los últimos años. Su sobrino Víctor ha sido el encargado de sacarle la foto actual, en el mismo sitio y delante del mismo garaje pintado del mismo color, casi con el mismo encuadre si no llega a ser por otro vehículo que estaba aparcado al lado y al que hubo que esquivar en el plano.
«Subí las dos fotos al grupo, a la gente le hizo gracia y me acordé de la página Yo fui a EGB, que ponen muchas de antes y después, así que se la mandé al correo» y los responsables le dieron una respuesta muy positiva, publicándola al día siguiente. «No pensé que tendría tanto éxito porque de saberlo, ya le comentaba a los colegas, hubiese puesto una foto de portada de nuestro disco», bromea Juan, que toca en Feed the pet: «Lo que no consigo con la música, lo consigo con la foto del 133».
Hay dos detalles a mayores que han destacado para la gente que se detiene a ver la imagen: la pegatina desgastada de la ventanilla de atrás y el reloj, que no es el mismo. Sobre lo primero, confirma Juan que también hay una historia detrás, porque ese emblema era el del gimnasio que regentaba el fallecido Adolfo Ros, en la calle Río Xuvia, que perdió la vida rescatando a los chavales del mar de Doniños. Sobre lo segundo, a nuestro protagonista le ha quedado una espinita: «Lo conservo, con otra pulsera, claro, porque desde el 93 ya sabe Dios cuántos años hace que pudrió; pero lo tengo y me lo pude haber puesto. No me acordé. Quedaría guay. También pude haberme remangado menos el chándal», lamenta entre risas, concluyendo que esto ha sido «una bonita coña».