JOSÉ BARCIA TUCCELLI | Motivación para el cambio| Lunes 12 febrero 2018 | 11:09
Tenemos algunas tensiones compartidas con el fútbol con nuestros vecinos de A Coruña. A poco que nos guste el fútbol sabremos que nuestros equipos están tratando de mantenerse anclados en sus actuales categorías, y en ambos casos también, muy alejados de los que fueron sus objetivos de inicio de temporada.
Aficionados desencantados, cambios en la dirección y sobre todo pavor ante la posibilidad de que la situación se convierta en un drama insalvable. Compartimos también un período de ilusión tras el cambio de entrenador, el resurgir del equipo, como si al hacer este tipo de cambios el contador de los puntos volviera a cero, ¡juego revuelto gritamos todos!.
Muy presente la ilusión de que para que nuestras circunstancias cambien a mejor, una opción infalible es romper todo y empezar de nuevo. Da igual que sea una relación afectiva que no nos enamora como antes, un empleo que nos ningunea o nuestro equipo que no carbura; lo mejor, que se queme todo porque saldremos cual Ave Fénix reforzados y, tras ello, volaremos alto y con rumbo firme.
Esto está bien para la literatura heroica, para las grandes lecciones de la mitología, pero en la vida cotidiana de cada uno de nosotros, “simples mortales”, no siempre funciona. Porque en las relaciones afectivas somos dos, como poco, y bastante tendremos que ver ambos en el momento que estemos pasando; nuestro trabajo seguramente será solo una piedra más en nuestros problemas de autoestima y si nuestro equipo se quema del todo, quizás solamente encontremos a todos los agoreros de la comarca peleando por las cenizas.
Hay una película de animación muy interesante, ‘El libro de la Vida’, basada en la tradición mexicana sobre su relación con sus seres queridos fallecidos, que ofrece un argumento que les voy a pedir prestado para este artículo. Sostiene su hermosa cultura de los muertos que mientras alguna persona recuerde a alguien que ha fallecido, el alma de esta persona seguirá presente, podrá visitarlos de alguna manera en el Día de los Muertos y permanecerá en la Tierra de los Recordados en un entorno de felicidad.
Por contra, cuando no quede nadie que recuerde a esa persona, se desvanecerá para siempre. Cuidado con lo que deseamos porque puede ser que se cumpla; y no tenemos más que mirar a nuestro alrededor y comprobar lo que ha pasado, y sigue pasando, con el recuerdo y con los deseos de reflotar algunos grandes clubes deportivos de la comarca.
Sigo siendo de los que prefiere aprender mientras gana. Me niego a mantenerme callado frente a los que dicen que la mejor forma de aprender algo es desde el fracaso. Hemos pasado de recordar que también con los errores podemos crecer, a decir que la mejor forma de avanzar es con ellos. No estoy de acuerdo, se puede aprender desde el fracaso, por supuesto; pero también desde la victoria, y sin duda, es mucho más agradable. El único riesgo es cuando la victoria nos hace pensar que todo lo estamos haciendo bien. Pero eso es un problema de ego, no de la victoria.
Leía en estos días a personas que animaban a la dirección del Star Center Uni Ferrol a volver a intentar un paso por el Pabellón de A Malata para llenarlo de baloncesto. Sin entrar a valorar esta posibilidad, que resolverán de la mejor manera las personas responsables; sin duda lo harán desde una posición muy positiva porque el equipo lleva un rumbo extraordinario en los últimos años, ¡bendito problema!. Porque los problemas desde la perspectiva de la victoria son menos problemas; cualquier decisión menos dramática y las opciones de acierto se ramifican como las ramas de un árbol con ramas robustas.
Desde la desesperación y el miedo las decisiones buscan salvavidas, héroes para una causa que pinta mal. Hace muy poco escribía en uno de estos artículos que la Psicología del Deporte se viene utilizando de manera errónea únicamente cuando hay un problema, o más bien cuando el problema es tan grande que toda posible ayuda es bienvenida.
Revisemos las noticias sobre nuestros vecinos de A Coruña para ver qué han decidido sobre esto mismo en esta semana. Ojalá salga bien y sea un cambio de perspectiva y de enfoque para quienes deban de decidir sobre estos temas, pero si no es así, si los que piden al Ave Fénix llegan a ganar, seguramente se lleve por delante a todos los que fueron escogidos para la acción heroica de salvar al equipo olvidando cuándo llegaron, en qué condiciones, cuál fue su cometido y qué nivel de responsabilidad asumieron en la situación. ¡La Tierra de los Olvidados!, un soplido y nunca más nos acordaremos de ellos.
Dejemos de pedir que todo se destruya para ver si de las cenizas sale un Ave Fénix, Revoluciones que hayan terminado con mejoras, ha habido bastante pocas.
Quizás necesitamos en Ferrol un poco de optimismo, caminar en lugar de correr, construir en lugar de tratar de derribar lo que queda en pie. Demasiados repitiendo que todo está mal, que nadie sabe lo que hace ni lo que hay que hacer, quizás demasiada añoranza.
Ferrol, como toda tierra es su gente, y hay muchas personas que vienen funcionando bien y Proyectos que valen la pena. Este mismo periódico tiene una sección que demuestra el impulso de muchas personas que desean caminar con paso firme sin tener que abandonar su hogar. Dejemos de mirar únicamente hacia lo que no funciona, dejemos de revisar entre las cenizas para ver si queda alguna pluma que nos dé la tranquilidad de que por allí ha pasado el Ave Fénix. Aprendamos desde la victoria, miremos hacia y desde lo que sí funciona.