Meis (de pie) y Hermida en el estudio del pintor observando parte de las fotografías que el primero mostrará desde este viernes (cedida)
M. CORRAL | Ferrol | Viernes 13 noviembre 2020 | 12:23
Después de muchos meses de dolor e incertidumbre, sumidos en la tristeza de lo inevitable, procurando normalizar la falta de abrazos, nadie puede negar ahora que el arte sea el único bálsamo capaz de curar las almas solitarias.
De que el fruto de la creatividad siga conmoviéndonos depende en parte nuestra existencia porque nos diferencia de las máquinas. De los autómatas en los que nos hemos ido convirtiendo en este tiempo de toques de queda, amor legislado y bares cerrados.
Pero a ellos esto, lejos de darles miedo, les ha impulsado a abrir una ventana para que no nos olvidemos de volar aunque todavía no podamos desplegar las alas. El pintor Eduardo Hermida y el fotógrafo Jorge Meis estrenan dos muestras en Pontedeume y Ferrol que son como ese pellizco en el brazo que nos despierta de un mal sueño.
Hermida lleva sus Graphías a la Casa da Cultura de Pontedeume dentro del Outono Fotográfico. El artista de Canido continúa explorando la mezcla de la fotografía, su edición, el óleo, los prints y las texturas. Diecisiete cuadros que están unidos por una línea de puntos que nos lleva de uno a otro.
Sin renunciar al pop, a su paleta cromática, a su evocación de una mujer casi salvaje, Hermida hace con esta muestra una nueva prolongación de su estudio: nos acoge. Podrá visitarse desde este sábado 14 al 29 de noviembre, de martes a domingo en horario de 18:00 a 20:00 horas y entrada libre.
Meis, por su parte, estrena este viernes en la Sala de Proxectos del Torrente Ballester. Su exposición Ferrol podrá verse hasta el 10 de enero, de martes a sábado en horario de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00 horas. Los domingos solo durante el horario de la mañana. La entrada es libre y gratuita.
El fotógrafo, que ejerce el oficio de fotoperiodista para Diario de Ferrol, se vuelve a sacudir los complejos y el síndrome del impostor. Parece mentira que después de décadas de trabajo retratando los ferroles —así, en plural, las mil caras de la ciudad, sus muchos charcos— no haya expuesto aquí en solitario desde 1997.
Su huida del color no ofrece, al contrario de lo que se pueda pensar, una imagen pesimista de la ciudad pintada en gris fragata. Al contrario, las fotos de Meis son un canto de amor a Ferrol. A los que se han quedado aquí. A las personas que descubrieron que el regalo más grande al que uno puede aspirar en la vida es que el tiempo pase lo más lento posible.