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La otra batalla en los montes de Brión

Fotomontaje en los montes de Brión con la pintura del conde de Donadío, de Miguel Fernández (elaboración propia)

MARTA CORRAL | O falar non ten cancelas | Martes 31 agosto 2021 | 10:22

Desde que comencé a indagar en la historia de Ferrol supe que la batalla de Brión estaba llamada a ser algo más que un par de líneas perdidas en el programa de las fiestas de verano de la ciudad. Tuve claro que, con el impulso necesario, podría acabar siendo un evento de referencia a la altura de otras recreaciones históricas como el Arde Lucus de Lugo o el desembarco vikingo en Catoira. Las posibilidades, en mi cabeza, eran y son infinitas.

A la recreación de la batalla desde el momento en el que el vigía de Monteventoso vio los navíos enemigos se le sumaría una adaptación teatral del texto que dejó escrito Francisco Suárez en Los Invasores (1874) y un festival de música folk que pusiese de relieve los vínculos musicales entre Ferrol y el puerto del que partieron los 100 buques ingleses, entre otras muchas actividades coherentes con la historia y atractivas para el público.

Quién sabe, quizás podríamos hermanarnos con esa localidad y elaborar también una unidad didáctica para que niños y niñas conociesen la hazaña desde pequeños y sintiesen orgullo de pertenencia más allá del que les ofrece mi adorado macaco de Ferrol Mola. Además de lo obvio, del capítulo histórico tan importante que supuso para el futuro de nuestros antepasados —aunque haya algunos que hubiesen preferido nacer en una ciudad conquistada al estilo de Gibraltar, ¿verdad Alejo?—, la batalla es casi el único símbolo identitario que no genera controversia, que no divide.

Otras efemérides y eventos son de unas o de otros, pero no del pueblo entero. O de buzos o de galones. Sin embargo, lo que sucedió en los montes de la boca de la ría aquellos dos días de agosto de 1800 lo lograron todos. Las tropas del ejército, por supuesto, pero se sumaron a ellas campesinos de San Cristóbal, San Felipe, Martín, Liñares, Brión, Valón y A Graña, entre otros lugares y parroquias rurales. Sus mujeres y sus hijos, asimismo, soportaron como pudieron el saqueo inglés en sus casas. La maestranza y los obreros del Arsenal, en la ciudad, esperaban armados también.

Aunque la pandemia, por el momento, ha impedido una mayor concentración de actos, las concejalas de Patrimonio Histórico y Turismo, Eva Martínez Montero y Mayte Deus, tienen el firme objetivo de aupar la celebración de la efeméride contando, como no podía ser de otra forma, con las entidades que han venido preservando la memoria de la batalla a pesar de los ninguneos que, muchas de las veces, se encontraron por parte del Concello en otro tiempo. Mi aplauso a todos ellos.

Sin embargo, quizás lo más urgente no sea ahora planificar una recreación, organizar visitas guiadas al castillo de San Felipe o programar exhibiciones, sino asegurarse de que el enemigo no aproveche nuestra flaqueza para conquistarnos, esta vez sí, los montes de Brión. Ahora no vienen con bandera británica, sino española, y a su mando no está el general Pulteney, sino la empresa Lantania. No traen cañones ni bayonetas, sino aerogeneradores de última generación que tienen una altura de 200 metros (la grúa pórtico de la antigua Astano mide 90 metros).

Este parque eólico de Brión, como todos los que están planificados para salpicar las tres comarcas de molinos, forma parte de un macroparque encubierto que se extendería también por Mougá, Valón y Vilasanche con 11 eólicos más y también por Covas, Papoi y Montes da Lagoa con otros 4. Vamos, de que de golpe, si nadie para esto, Ferrol quedaría flanqueada por 21 aerogeneradores y sus correspondientes instalaciones: subestaciones, torres de medición y sus líneas para distribuir la energía. Esto sí es una invasión y no la inglesa.

La Asociación de Comuneros del Chá de Brión, a quienes el Concello nombró en 2019 usufructuarios y gestores de los montes, se opuso desde el principio al proyecto apelando a un uso social y cultural del territorio, máxime cuando el proyecto eólico dañaría directamente 33 mámoas e indirectamente a todo el conjunto megalítico. El problema, quizás, es que me atrevería a decir que el 95 % de los ferrolanos y ferrolanas no han subido nunca hasta allí. No han pateado por esa maravillosa zona que nos transporta, con la humedad del otoño y el invierno, a la majestuosidad de las llanuras centroeuropeas y nos queda a 5 minutos de casa. Y, claro, no se puede llegar a querer y a proteger lo que no se conoce.

Pero quiero suponer que los que están al frente del Gobierno local sí conocen la tierra sobre la que gobiernan. Por eso no puede dejar de resultarme inquietante su negativa a proteger nuestros montes. A ejercer, más de dos siglos más tarde, de Mariscal Donadío o del Teniente General Moreno para frenar esta barbarie y enarbolar esa enorme bandera de Ferrol que han izado, con mucho tino, en la fortaleza que aguantó el envite de aquella batalla.

Bastaría con la negativa del Concello de Ferrol, dueño de los terrenos, para que Lantania se fuese por donde ha venido y, seguramente, se llevara consigo también los otros dos parques proyectados en el municipio. Ojalá el resto de concellos de las comarcas amenazados por eólicos lo tuviesen tan fácil como entonar la negativa en el pleno, porque la mayoría de corporaciones se han posicionado en contra. Pero aquí, suponemos que esperando a saber el montante que supondría para las arcas municipales su instalación, han preferido esperar a ver cuánto les dan por esas tierras que defendieron, heroicos, nuestros antepasados.

El BNG presentó en el pleno de abril una moción para que el Concello rechazase la instalación del parque. Solamente los dos concejales nacionalistas y los tres de Ferrol en Común votaron a favor del rechazo. El PSOE y el Partido Popular prefirieron esperar a tener más detalles del proyecto, alegaron. Que no se nos olvide esto si un día no silba el viento en Monteventoso porque lo tapa el sonido de un rotor, si hay que esquivar molinos en A Lagoa para tirarse en parapente, si la vista desde Canido se torna quijotesca o si tenemos que vender por el mundo adelante una recreación histórica en un paisaje plagado de mamotretos de metal que son molinos y son gigantes.

Un comentario

  1. Pasan los meses y seguimos sin saber lo que se cuece. El Sr Mato no dice ni está boca es mía.
    Cuando llegue el momento dira que ya no se puede hacer nada y nos comeremos esos molinos para que unos pocos hagan el agosto a costa de nuestro patrimonio natural y paisajistico.
    Esto da más que asco.

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