M. CORRAL | Ferrol | Miércoles 17 noviembre 2021 | 20:03
Salieron como tantos otros fines de semana a pasárselo bien, esta vez con el novio de una de ellas como compañero de batallas. Era la noche de Halloween y había más ambiente del habitual en Ferrol; sin embargo, pensando en las cosas que tenían que hacer el lunes, planeaban salir de tranquis, como suele decirse, rebajando el número de copas que se tomarían.
Estaban en un local nocturno cuando quisieron salir a fumar un pitillo. Le habían dicho a la camarera, en ocasiones anteriores, que les guardara la copa a buen recaudo, conscientes de que las mujeres vivimos en una sociedad que nos es hostil y peligrosa, con la previsión de que alguien podría echarles algo en sus bebidas. Pero esta vez, viéndola ocupada, no quisieron molestar.
Era su tercera copa, pero aquello empezó a subir como si fuera la décima. «Mi amiga notó primero que se ponía muy cariñosa, muy mimosa con su novio, y yo enseguida empecé a perder el control. A no saber dónde estaban mis llaves ni mi móvil», relata una de las víctimas al otro lado del teléfono, describiendo a la perfección cómo empezaron a notar que algo no iba bien, que no entraba dentro de lo normal.
«Me oriné encima»
Decidieron irse a casa de una de ellas, con el propósito de tomar una última cerveza antes de acostarse, pero allí todo se precipitó: «Mi amiga empezó a vomitar, como si estuviese borrachísima, pero sin estarlo, y yo me acabé yendo para casa porque vivo muy cerca». Pudo ponerse el pijama y poco más antes de empezar también ella a devolver.
«Bebía agua y la vomitaba también», recuerda, relatando que se vio «sin coordinación, sin poder caminar, moviéndome a gatas por mi casa para volver a la cama». Ya acostada, tuvo ganas de hacer pis, «pero no llegué al baño, no podía moverme, y me oriné encima». El lunes ambas estaban destrozadas, seguían vomitando y empezaban a ser conscientes de que lo que les estaba sucediendo no era fruto de tres rones con cola.
«Estábamos hechas un trapo»
El martes seguían sufriendo las secuelas, con un gran cansancio, y una de ellas decidió irse a Urgencias: «Me dijeron que durante el fin de semana habían acudido más chicas con los mismos síntomas y me reprocharon que debería haber ido antes porque ahora no saldrían alterados mis análisis. También me animaron a llamar a la Policía», rememora, afirmando que los agentes no hicieron más que trasladarle que la denuncia iba a ser en vano.
La víctima reconoce que no recibió amparo ni en el Sergas ni en la Policía, donde tampoco la asesoraron para acudir a algún lugar especializado como puede ser el Centro de Información á Muller de Ferrol, que ofrece asistencia psicológica y jurídica para las mujeres gratuitamente desde la Casa da Muller, situada en la calle Lugo. Asimismo, no está de más recordar que el 016 también puede ser útil para este tipo de consultas.
«Tuvimos suerte», resume esta mujer. Suerte de haber estado juntas, de vivir cerca del garito, de haber llegado a casa. Sin esa suerte podrían haber sido violadas como tantas otras mujeres. De hecho, el último informe sobre criminalidad en España, del Ministerio del Interior, advierte de un aumento de la utilización de la sumisión química para cometer delitos, principalmente violaciones. Las que se denuncian, como en todos los casos de violencias machistas, son la punta el iceberg.
Llegar a los 1.500 apoyos
Fue a raíz de una publicación de la divulgadora y comunicadora feminista Sindy Takanashi, en la que denunciaba que habían intentado violar a una chica drogándola en un bar de Madrid, cuando una de las víctimas quiso difundir lo que le había sucedido en Ferrol. Contactó con ella una responsable de la plataforma osoigo.com, donde las voces de los ciudadanos llegan hasta los buzones de entrada de los políticos, y le contó lo sucedido.
Ahora, a través de esta plataforma —a la que puede accederse aquí—, quieren llegar a los 1.500 apoyos para que su caso se mueva a nivel nacional: «Necesitamos que haya medidas de control para parar esto. Los locales, para empezar, deberían tener cámaras para identificar a estos individuos». Asimismo, es necesario que se apliquen protocolos sanitarios y policiales para que las víctimas se sientan arropadas y tomen las medidas oportunas si así lo desean.
El #MeToo ferrolano
«¿Y qué denuncio? Se ríen en tu cara porque no podemos saber quién fue. Parece que nos tienen que matar para que se haga algo», señala resignada, reconociendo que fue un gran susto y que, a partir de ahora, no se despegará de su copa cuando vuelva a salir de noche. Pero, eso sí, volverá a salir «porque no voy a vivir con miedo para que no ganen ellos».
«Piensas que esto a ti no te va a pasar, que le pasa a la vecina o a otra mujer, pero pasa mucho más de lo que pensamos», afirma. De hecho, a raíz de sus publicaciones ha recibido mensajes de muchas mujeres que afirman haber sido drogadas en diversos establecimientos de Ferrol. Si eres una de ellas, en la plataforma de Instagram Denuncia tu bar canalizan este tipo de denuncias de forma anónima. Lo ideal en todo caso, según los expertos, es acudir cuanto antes al hospital —en la medida de lo posible—, en las primeras 24 horas, porque las sustancias empleadas para la sumisión química suelen permanecer poco tiempo en el organismo.