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Política y deporte espectáculo, tampoco tan diferentes

JOSÉ BARCIA TUCCELLI | Motivación para el cambio| Miércoles 30 noviembre 2016 | 17:42

Hoy nos hemos decidido por un tema complicado. Primero, por el gran revuelo que ha provocado y, después, porque el análisis que me dispongo a compartir espera llamar la atención sobre una particularidad de nuestro comportamiento social. Pero tampoco me gustaría sumarme a los analistas de la victoria sorprendente, o no tanto, de Donald Trump en las elecciones norteamericanas.

Siendo ésta una columna de opinión sobre deporte, educación física y salud, ¿a qué viene que hablemos de este tema?. Evidentemente no lo hacemos por ser algo novedoso, porque en todas las esquinas de nuestros barrios encontramos nuevos analistas de política internacional. Es sorprendente cómo la política en general se ha venido instalando en una especie de nuevo cotilleo que ocupa mucho de nuestro tiempo y de nuestras discusiones, primero sobre temas eminentemente políticos pero últimamente basada en cualquier excusa que pueda sonar a los políticos, que no a la política.

Pero lo que voy a intentar tratar es la relación que podemos ver entre la elección de un personaje como Trump y otros comportamientos sociales habituales, en este caso relacionados con el deporte espectáculo, aquel que vemos por televisión, escuchamos en la radio, del que leemos en la prensa y del que hablamos en cualquier lugar en el que nos encontremos.

El espectador deportivo nace en un momento histórico en el que se regula la práctica deportiva para hacerla más “digerible” a nivel social, en una época en la que los juegos populares masivos iban en contra de la evolución hacia un tiempo de “civilización”. En ese momento, toda persona que deseaba formar parte de los juegos y las competiciones pero que no se encontraba entre los que tenían las mejores cualidades ocupó un lugar en los aledaños del terreno deportivo y se dedicó a alentar a sus compañeros, con los que deseaba fervientemente poder estar. Y así el espectador deportivo, el aficionado, ha llegado hasta nuestros días.

Existen muchos más aficionados, consumidores de deporte, que deportistas que practiquen. Muchas más personas que se sientan a verlo por televisión o que opinan sobre él que aquellos que deciden ponerse en marcha en cualquiera de las muchas posibilidades que tenemos para practicar deporte. El aficionado deportivo quiere estar dentro del juego pero no puede, y lo vive con pasión; una pasión, que como toda pasión, no se rige por cauces racionales y que muchas veces lleva a comportamientos fuera de lo deseable, llegando a resultar contraproducentes y antisociales, lejos de la civilización por tanto.

Quede claro que no hablamos de la extrema violencia que padecemos alrededor de algunas competiciones deportivas, ese es otro tema y un debate diferente que tiene que ver seguramente más con la educación y la crisis social que con las pasiones que aquí queremos señalar aunque sea de manera discreta. ¿Y cómo vamos a relacionar esto con la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de este año?. Lo vamos a hacer recordando el paso de otro icono de la incorrección, de lo reprobable, el señor José Mourinho, que fuera entrenador del Real Madrid, ahora mismo máximo responsable deportivo en el Manchester United.

En su paso por el Real Madrid, en sus años en España, fue una figura que despertó pasiones. O bien lo amaron de manera incondicional, y aún en nuestros días muchos aficionados lo siguen añorando, o bien por otro lado era odiado, tanto por aficionados rivales como por alguno de los propios que no vieron bien que una persona con un comportamiento tan extravagante y maleducado pudiera estar representando a su equipo.

Por aquel entonces recordaremos todos los aficionados y profesionales del deporte que hubo varios episodios muy destacados, quizás los más recordados son los choques contra los rivales históricos del Barcelona. El episodio más vergonzoso, cuando metió un dedo en un ojo al que después fue primer entrenador del Barcelona Tito Vilanova.

Pero es que tanto antes como después de este episodio ha seguido rodeado de controversia, de enfrentamientos con jugadores, comités disciplinarios, árbitros e integrantes de sus equipos de trabajo; y aún así, se mantiene como referente indiscutible del circo mediático, porque cada una de estas piezas de tragicomedia han sido y siguen siendo narradas por los medios de comunicación en las que copa portada tras portada.

¿Qué consigue con todo esto? estar siempre en el foco de atención, que sus logros brillen de manera fulgurante, que todos sepamos quién es, que sus contratos valoren la repercusión mediática de su presencia, porque puede no gustarnos José Mourinho pero es un negocio y un tema de tertulia estupendo.

Es recordado en España por sus enfrentamientos con otro mito del deporte como es Iker Casillas. Mucha gente cree que tuvo algún problema muy especial con él, que lo hizo meterse en una guerra íntima y personal, cuando si hemos seguido su carrera profesional como entrenador veremos que sus formas de actuar se han venido repitiendo en cada uno de los equipos en los que ha estado; por lo que nada de un problema pasional, sino una conducta muy bien estudiada.

Lo mismo nos hemos encontrado con la figura de Trump, una persona que ha sido definida por los grandes magnates de algunas cadenas de televisión de los Estados Unidos de Norteamérica como “mala para EEUU pero buena para la televisión”, y por eso, aunque fuera para criticarlo de manera feroz y continua apareció día tras día en informativos y tertulias.

Por otro lado, y para señalar otro parecido que nos ayude a concluir esta breve y modesta disertación, diremos que al igual que pasa en el deporte espectáculo, hay quien siempre será fiel a sus colores, aunque al frente del proyecto, la imagen más visible nos produzca rechazo, aunque deseáramos que lo echaran y que pusieran a cualquier otro, porque queremos que gane nuestro equipo, porque deseamos que triunfen “los nuestros” o que al menos no ganen nuestros rivales.

Esto mismo se pudo escuchar en campañas preelectorales dentro del Partido Republicano donde grandes personalidades sostuvieron que no era el candidato que les hubiera gustado, que quizás no le hubieran votado nunca para serlo, pero que era el único que le podía sacar la presidencia a Hillary Clinton. Al final, la pasión por los “colores” puede hacer que apoyemos a quien no querríamos tener representando a algo que amamos, un equipo o mucho más preocupante, un país.

José Barcia Tuccelli es licenciado en Educación Física y en Psicología y tiene una amplia experiencia en el campo del ejercicio físico, la salud y el deporte de rendimiento. Para más información podéis visitar su página de Facebook.

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