strong>REBECA COLLADO | Ferrol | Viernes 18 abril 2014 | 11:33
No es una de las procesiones más numerosas, ni de las más vistosas; tampoco es de las más divertidas o entretenidas para los niños y quizá para los turistas que aún queden por Ferrol tampoco sea de las más atractivas y llamativas.
Y es que los capuchones no dan estampas ni caramelos y la solemnidad del acto sólo se rompe con los timbaleros de Infantería de Marina y la capilla musical que acompaña al paso de la Virgen de la Caridad y el Silencio al cierre de la procesión.
Sin embargo, para aquellos que son fieles a la procesión de la Caridad y el Silencio de la Cofradía de las Angustias es una de las más bonitas y emotivas. ¿Por qué? Porque está llena de simbolismo, tradición y solidaridad con los más necesitados.
Desde las nueve de la mañana del Sábado Santo las puertas de la Iglesia de las Angustias se abren para recoger donativos para el Refugio del Juan Cardona. Un goteo constante de gente deposita lo que puede, mucho o poco, en la arqueta que se encuentra en el interior de la Iglesia.
Con la Virgen de la Caridad y el Silencio de fondo, los pequeños cofrades de las Angustias entregan a las personas que realizan el donativo un ramito de flores que adornaron los tronos de la Cofradía en las procesiones.
Es un cariño, una forma de agradecimiento por la solidaridad a aquellos que más lo necesitan. No hay distinciones, puedes dar 50 euros o 1 euro que te tocará el ramito que tengan preparado en ese momento. Puede ser una rosa del trono de la Virgen de las Angustias del Jueves Santo o un ramallo de flores blancas y un poco de verde. En realidad, eso es lo de menos.
Pero aunque parezca mentira, hay quien se atreve a «exigir» flores de la Virgen o a pedir «esas otras que tenéis ahí». No son muchos, pero llaman la atención. Alguna vez me ha tocado presenciar estas escenas y me pongo más colorada yo que esas señoras. Eso sí, aunque jóvenes, los cofrades encargados de entregar las flores mantienen muy bien el tipo y con buenas palabras explican que «eso es lo que hay».
El comisario de las Angustias, Jesús Sueiras, nos cuenta que a la Cofradía le «sale caro» porque las flores que se entregan «no pueden ser flores palilladas, que son mucho más baratas, tienen que ser flores con tallo natural». Pero advierte que lo hacen «de mil amores» porque «es por un bien». «Ojalá hubiera que gastar el doble y fuera rentable», concluyen.
Antiguamente, este donativo se entregaba al Hospital de Caridad, que se encontraba en la calle Concepción Arenal. Mi familia es de esa calle de toda la vida y mi abuela siempre me cuenta que «imponía ver a los de las Angustias llamando a la puerta del hospital en nombre de la Virgen». Un momento muy emotivo.
Sueiras también nos explica que allá por los años 50 hubo un acuerdo entre el Hospital de Caridad y la Cofradía de las Angustias. «El motivo era que fuera la Virgen al Hospital para que la vieran y la veneraran los enfermos que no podían salir de la cama. Como ellos no podían salir, la Virgen se acercaba allí. Debido a eso, de paso que se acercaba se pensó en tener un detalle con el Hospital y se comenzó a hacer la colecta».
Aunque el Hospital de Caridad haya desaparecido, el acto se continúa realizando en la Concatedral de San Julián. Así, durante la procesión varios portadores cargan con la arqueta y después de recorrer el paseo de Pablo Iglesias, Carmen y Real toda la procesión llega a San Julián. Allí se inicia un acto digno de ver y que a más de uno le pone la piel de gallina.
El Presidente de la Hermandad llama a las puertas de la Concatedral en nombre de la Virgen para hacer entrega de los donativos. Las puertas se abren, entran los cofrades, la imagen de la Virgen y todos aquellos que la han acompañado hasta el templo.
El Comisario de la Cofradía hace entrega de la arqueta al Hermano Mayor del Santo Hospital de Caridad; una vez finalizadas las alocuciones, se entona una Salve en honor de la Virgen. La procesión reanuda su camino de regreso a las Angustias por Iglesia, Carmen y paseo de Pablo Iglesias. Cuando llegue «a casa», se entonará una vez más la Salve a Nuestra Señora de las Angustias en el interior de la Iglesia.
Curiosidades
A pesar de ser una procesión tan sobria y seria, ningún cofrade, ni los más pequeños, se la quieren perder. Es de admirar cómo los niños entienden el sentir, un tanto diferente, de este acto y guardan el silencio que lo caracteriza.
De hecho, antes de comenzar la procesión y con todos los cofrades con su capuz puesto, uno de ellos toma la promesa a cada uno de los participantes de que se guardará el más estricto silencio durante el transcurso de la procesión.
Los asistentes también guardan silencio al paso de los capuchones y sobre todo de la Virgen. Una Virgen que impacta porque su cara expresa un dolor profundo, el de una madre que acaba de perder a un hijo. Vestida de luto, con un manto negro bordado en oro por la Comunidad Española en Filipinas y que fue donado a la Cofradía en 1867, sus únicos complementos son un pañuelo en las manos y una corona de estrellas.
La vemos pasar en un trono muy sobrio, negro y de madera, con el escudo de la Cofradía en sus cabezales y en los laterales la lanza y el hisopo. Cuatro hachones de cera son la única luz que acompaña a la Virgen e imprimen aún más solemnidad a su figura.
La Virgen de la Caridad y el Silencio es en realidad la imagen de Nuestra Señora de las Angustias. Desde la Cofradía admiten que mucha gente desconoce esta dualidad de la imagen y creen que es otra distinta a la del Jueves Santo, después de su transformación.
La procesión de la Caridad y el Silencio sale del Santuario de las Angustias a las 21:00 horas y tiene el siguiente recorrido: paseo de Pablo Iglesias, Carmen, Real, Concatedral de San Julián –donde se hace entrega de la limosna al Cabildo del Santo Hospital de Caridad-, Iglesia, Carmen, paseo de Pablo Iglesias y retirada en el Santuario de Nuestra Señora de las Angustias.