MARTA CORRAL | Ferrol | Jueves 1 diciembre 2022 | 11:17
Un reloj de bolsillo de un bisabuelo marino, medio ferrado en la falda de A Lagoa, la expresión tan particular que usaba tu padre cuando se enfadaba ―«¡esto es un cachondeo náutico!»―, la casa familiar de veraneo, la medalla que llevaba tu madre el día de su boda y que brilla en la fotografía en blanco y negro que un 16 de julio del 64 alguien le disparó en lo alto de Chamorro para que ahora esté en tu salón. ¿Qué valor le damos a aquello que no hemos comprado, que nos han dejado los que nos precedieron? ¿Hasta qué punto explica nuestra propia historia, nos acerca a aquellos que ni siquiera conocimos pero que vivieron para que vivamos nosotros, de esta forma y no de otra, tanto tiempo después?
La ciudad en la que vivimos también es una herencia de los ferrolanos y ferrolanas que vivieron antes que nosotras. De los que firmaron los grandes proyectos, como el ingeniero Andrés Comerma, y de las que hacían tareas menores sacando piedra sobre sus cabezas para hacer posible la majestuosa obra del Dique de la Campana. De las señoras que se vestían muy elegantes para ir al teatro al Jofre con guantes de ganchillo y de los lefres de caldereta que comían, apurados, en los portales de Esteiro. De los niños que dejaban en el torno del hospicio siendo bebés con una señal que les devolviesen a sus madres si los vientos económicos les eran propicios más adelante.
Ahora, la historia de todos ellos ―la nuestra― puede visitarse hasta el 28 de enero en la sede de Afundación en una exposición que nos interpela emocionalmente, que nos hace estas mismas preguntas con las que acabábamos el primer párrafo, y nos da la información suficiente como para hallar nuestras propias respuestas. Ferrol no tempo lo hace, además, huyendo de uno de los mayores enemigos de este terruño: la nostalgia. Comprenderán, cuando vayan a verla ―como ya lo han hecho cientos de personas desde su inauguración―, que en la muestra no cabe la tristeza de lo que fue y no volverá a ser porque se ha sustituido por el orgullo de lo que fuimos y de lo que somos gracias a ello.
Manuel Gago ―doctor en Ciencias de la Comunicación, director de culturagalega.gal y del Consello da Cultura Galega― capitanea una muestra que forma parte del proyecto Cidades no tempo, una iniciativa de la Xunta de Galicia en colaboración con Afundación a través da Cidade da Cultura que comenzó en Santiago de Compostela, ha seguido en Ferrol y continuará por las otras cinco ciudades gallegas hasta 2024. Para abordar los entresijos de la intrahistoria ferrolana, el comisario ha contado con el mejor retratista de las cotidianidades de la ciudad: el profesor e historiador Guillermo Llorca Freire, que lleva décadas inventariando la extraordinaria herencia que nos ha llegado de los grandes nombres y de la gente común.
Un grupo de privilegiados hemos tenido la suerte de recorrer con ambos la exposición, en la que se muestran 113 piezas que han llegado a Afundación desde 33 instituciones de toda España y también de colecciones particulares. Un paseo por el legado que construyó el corazón de Ferrol para el que se han elaborado preciosas ilustraciones de Miguel Robledo que nos reciben en un vídeo dedicado a la Batalla de Brión y nos acompañan a lo largo del recorrido, donde también hay experiencias interactivas en las que podemos asomarnos a los planos de la ciudad en las distintas épocas y a los detalles, como si mirásemos entre visillos, de las galerías, el hierro forjado y los portales que hacen de A Magdalena un barrio único.
El propio Llorca guiará visitas a las 12:00 horas el 7 y el 21 de diciembre, así como el 11 y el 25 de enero, con entrada libre hasta completar aforo. Conscientes de la importancia de valorar esta herencia cultural desde la infancia, se ofrecen también recorridos y talleres tanto a los centros educativos de la ciudad como a niños y jóvenes a título individual, reservando previamente en el teléfono 981 330 280 o el correo areaeducativaferrol@afundacion.org. «O obxectivo era explicar o legado cultural, o que temos nós e nos pertence. E que está formado por cousas que veñen de momentos moi diferentes, épocas moi diferentes… Pensemos nos legados familiares: todo iso acaba formando o que ti es», explica Gago.
La RAE define el legado como «aquello que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial» y Ferrol no tempo consigue aglutinar una muestra representantiva de todo ello: lo que se ve y se puede tocar, y esas corrientes subterráneas que conforman la experiencia vital de las personas. Gago, Llorca y el resto del equipo empezaron a trabajar sobre el proyecto en agosto de 2021 para unir la «alta e baixa cultura» a partir de 25 documentos, la mayoría de ellos sacados de los propios archivos que se ubican en la ciudad y les ayudaron a explorar «o pasado neses patróns que conformaron a identidade deste lugar».
La industria, la estética, la expansión urbana, el Arsenal y la organización social salen de los documentos para llegar a un espacio concebido como una de esas cajas de hojalata en la que vamos guardando recuerdos familiares y donde se mezclan los textos con las fotografías ―que son aquí obras espléndidas como el Hacia Finisterre de Segura Torrella―, y los recortes de periódico que en Ferrol no tempo recuerdan las grandes cabeceras como «símbolo da creación de temas, debates, persoas, as voces dos propios veciños…», valora Gago. También hay buzos de Bazán colgados que, no sé si lo sabían ―yo no―, solo se llaman buzos en Ferrolterra.
A él, que no es ferrolano y también le habían llegado los ecos del manido Ferrol es feo que proliferan entre nuestros vecinos, lo que más le ha sorprendido de la ciudad es que «converxeron aquí catro disciplinas: a educación, a cultura, a ciencia e a técnica dunha maneira única no país. As artes aplicadas á tecnoloxía crearon a sociedade civil e desde esta visión presente podémolo contar ao resto de Galicia». No sin tener esto claro se puede explicar el libro electrónico de doña Angelita o el nacimiento en la ciudad de intelectuales como Concepción Arenal y Torrente Ballester, entre otras señas de nuestra identidad.
Gago se dio cuenta también, en su trabajo codo a codo con Llorca, que aquel Ferrol Vello que creía desaparecido «seguía existindo no Cruceiro da Tafona, no Peto de Ánimas que se custodia na concatedral de San Xiao… Ese Ferrol seguía existindo a través dos seus símbolos e a devoción, como na Semana Santa. Ese Ferrol seguía vivo en pezas». El historiador, por su parte, defensor de un Museo de la Ciudad que permita «conservar, enriquecer e dar a coñecer este patrimonio, sendo ademais un chamado ao turismo cultural», valora que «a cidade está por descubrir para moitos galegos e para nós mesmos, por desgraza. Algúns levamos anos facendo un esforzo para pór en valor este legado e queda moito por facer, pero temos novos folgos vendo o fachendosos que se sinten os ferroláns que visitan a mostra».
«Intentamos mostrar Ferrol como un espazo de oportunidades que medrou grazas a educación, a presenza dunha sociedade civil moi activa e ao diálogo entre ciencia, técnica e cultura. Intentamos dirixirnos a xente do presente cunha mostra na que todos os ferroláns se puideran recoñecer: que unha persona maior poda dialogar con xente e espazos que coñeceu e que as novas xeracións se recoñezan nesa mensaxe e descubran que se poden apoiar neste lugar para o futuro. A converxencia foi unha fórmula de éxito que funcionou e pode volver funcionar», reflexiona Gago.
El comisario reconoce que ha aprendido muchas cosas en este periplo por la memoria de Ferrol y analiza que «moitas veces en Galicia a cultura ten problemas para encaixar Ferrol dentro do relato. A cultura galega foi construída no século XIX e XX prestándolle moita atención ao mundo rural como unha especie de cápsula na que se preserva a esencia de Galicia e se olvidaba que a esencia de Galicia estaba aquí tamén». Recuerden, hasta el 28 de enero podrán abrir esta caja de hojalata donde se guardan nuestros tesoros que ahora, al conocerlos, tendremos la obligación de guardar, difundir y replicar. Y que no se nos olvide nunca que hay motivos de sobra para estar orgullosos de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que construyamos en el futuro.