TEXTO Y FOTOS: ALICIA SEOANE| Ferrol | Miércoles 24 febrero 2021 | 10:37
Karlotti es cofundador de la Semana da Poesía Salvaxe, un evento que ha llenado las calles de Ferrol de versos y ha traído a más de un centenar de poetas en los últimos 13 años. Un hombre comprometido con la palabra, pero también con la libertad. Íntegro e incorruptible, transmite pasión y autenticidad en cada gesto. Su forma de hablar es contundente, su mirada apasionada y su palabra te atraviesa como una flecha que apunta a la diana.
Estamos confinados y ninguno de los dos lo llevamos bien. Tenemos ganas de tomar un café en una terraza, hablar y comunicarnos sin miedo. Poder despedirnos con un abrazo y vernos la sonrisa. Hoy no va a ser así, pero lo que pasa cuando te acercas a alguien que tiene el don de la palabra es que sabe hacer que la vida se filtre más allá de la distancia de seguridad y la mascarilla.
FERROL360 – ¿Cuándo empiezas a darte cuenta de que eres poeta?
KARLOTTI – Nunca me he llamado a mí mismo poeta, quizá porque soy consciente de la dimensión de la poesía y de la trascendencia que tiene. Nunca he creído que uno de sí mismo diga «yo soy poeta». No se puede convertir la poesía en una especie de profesión. Otra cosa es sentirme atraído por la poesía, que yo creo que esto lo sentimos todos en algún momento, sobre todo de pequeños o en nuestro primer desamor. Creo que todos somos un poco poetas, es lo mismo que con la pintura. Los niños, de pequeños, pintan, sienten, escriben… Otra cosa es que, a medida que crecemos, lo dejemos de hacer. En mi infancia la poesía estuvo presente en nuestras idas y venidas con los traslados de mi familia.
360 – ¿Cómo fueron esos primeros años?
K – Mi padre era vendedor de las máquinas de coser Singer, así que nos trasladamos de Maside, en Ourense, a Lugo. Más tarde lo destinan a Ferrol. La llegada aquí me hizo sentir una brecha profunda con mi propia lengua porque de pequeños hablábamos en gallego. La primera vez que oigo «pailán» dicho despectivamente como analfabeto es aquí, donde hablar gallego era una forma de desprestigio aunque fuese en ese momento el idioma mayoritario en Galicia. Sin embargo, en mi colegio nadie lo hablaba. Aquí el modelo era la Marina y la imitación de esa clase social. Años más tarde, cuando empiezo a escribir estando en Valladolid, lo hago en castellano; pero siempre con un amor y nostalgia de la lengua gallega.
Creo que la Aldea es clave en la forma de vivir de los gallegos. Nos constituye como una forma de ser en el mundo. Viajando he constatado cómo la Aldea y el amor a esta raíz es lo que nos abre al mundo. Siempre me he sentido como en casa al viajar y estar en otros pueblos porque siempre hay algo que me conecta con ese sentimiento de pertenencia. Lo que nos hace cosmopolitas a los gallegos no es el desarraigo, si no el encuentro con nuestra propia raíz, que es lo que hace que seamos abiertos y acogedores con otras culturas. Esto es Galicia, esa apertura en medio de lo que aparenta cerrazón, niebla, bruma, montañas…
360 – ¿Cómo viviste esa llegada a Castilla?
K – Para nosotros fue un trauma difícil. Castilla era mucho más lejano que Buenos Aires o Venezuela, donde ya teníamos familia. Castilla era algo siempre lejano. Para mi madre fue muy duro. Ella siempre nos leía poesías para dormir. De Rosalía de Castro, de Pondal, de Curros Enríquez. Siempre estuvo presente la poesía. La recuerdo recitándome versos de la poeta gallega:
Castellanos de Castilla,
tratade ben ós galegos;
cando van, van como rosas;
cando vén, vén como negros.
Estos versos estaban tan presentes en ese viaje, al cruzar El Bierzo hacia Valladolid, que me siento encogido todavía al recordar la llegada a Castilla. Cuando sobrepasamos Ponferrada estábamos muy inquietos, estaba atardeciendo, poniéndose el sol. Era verano. Era todo un páramo llano, no había árboles. De repente, escuchamos llorar a mi madre y rompimos los tres hermanos a llorar. Siempre me pregunté cómo viviría aquello mi padre. Para nosotros era la Castilla de los versos de Rosalía. Mi madre nunca dejó de hablar en gallego.
360 – ¿Y los primeros pasos en las letras, cómo llegaron?
K – Estamos ya en los años 63 y 64, en Valladolid. Las primeras revistas las empezamos a hacer con Gonzalo Abril Curto: Ebe y Pavos Reales. Revistas grapadas donde escribíamos textos, inventábamos historias de personajes reconocidos. Teníamos 14 años y muchas ganas. Más tarde sacamos diez números de una revista, Haz y envés, que fue muy censurada. Era la más política, pero también literaria. Hablábamos de otros movimientos como el de los Panteras Negras y el Movimiento de Liberación Afroamericano.
Por aquellos años dejé de creer en Dios y empecé a creer más en un Cristo como personaje histórico. Eran momentos de lecturas que me marcaron como La ética de Kropotkin o la Psicopatología de la vida cotidiana, de Freud. Empiezan los años de más compromiso político. Queríamos fundar un partido comunista más a la izquierda del que ya existía y acabamos en la clandestinidad.
Dejo de militar en el año 74. Estuve tantas veces detenido que tuve que marcharme de Valladolid a León. Pasé tantas veces por comisaría que aquello era un sinvivir. Hubiese preferido que me cogieran con los panfletos y que me hubiesen llevado a la cárcel porque hubiese sido un descanso. Estaba retenido cada semana. Días seguidos a hostia limpia, eran torturadores. Les poníamos nombres: estaba El Pecas, El Granos… Gente que, después, en los años de la Transición, te los encontrabas en los bares y estaban ahí a tu lado, gente que te había machacado. Esto fue así. En España nunca se les juzgó.
Uno de mis compañeros del aparato de propaganda, José Luis Cancho, no quiso confesar. Le dieron tantas palizas, durante dos días, que en un momento que le dejaron solo, con las manos esposadas y las ventanas abiertas, prefirió lanzarse por la ventana antes que confesar. Hoy aun vive. Se quedó en silla de ruedas. Publicó un libro precioso, que recomiendo, llamado Lento regreso, una novela autobiográfica sobre esta experiencia.
La resistencia contra el franquismo fue en los bares. Por eso, ahora más que nunca, hay que remarcar a los bares como el foco donde nacen amistades, el amor, la vida y la cultura. La cultura en mayúsculas, no la industria cultural, que no es lo mismo que la CULTURA. No tengo nada en contra de la industria cultural, tiene que existir, pero las grandes industrias de la cultura podrían desaparecer y seguiría habiendo cultura. Es importante no confundir esto.
360 – ¿Cómo ha sido ese tándem de compromiso literario y político?
K – A estos primeros años yo siempre les llamo los luminosos tiempos oscuros porque estábamos tremendamente vivos. Hacíamos teatro, cine, escribíamos, nos llegaba el arte que se estaba haciendo en Europa. Muchos libros llegaban a través de la frontera y otros quedaban retenidos. En ese momento, la cultura era atractiva y estaba unida a la política. Había revistas como Península, Índice… Conocíamos el cine de la Nouvelle Vague francesa, buscábamos la forma de proyectar esas películas aunque, a veces, acabábamos 500 personas con la Policía fuera para cerrarnos. Pero había un impulso creativo que surgía de las ganas y desde la gente. Fueron años muy vivos.
Solamente en una ocasión tuve que nombrarme poeta. Estaba en León, en la facultad de Magisterio, tras el suceso de José Luis Cancho. Cierran las facultades y empiezan revueltas muy duras. En ese momento a mí me acusan de agitador político pagado por China y justamente me acababan de publicar en prensa unos poemas por un certamen que había ganado. Entonces sí me declaré: «¡Soy poeta!». Y me libré de prisión. Solo fui acusado por la ley de vagos y maleantes. Es la única vez que yo me nombro poeta y fue en circunstancias extremas.
360 – ¿Qué significa para ti la poesía?
K – Es una forma de vida. El verdadero oficio es el de aprender a vivir. En palabras de Hölderlin: «La única forma de habitar el mundo es poéticamente. La poesía nombra el mundo. La poesía traduce el silencio de las cosas. Es el discurso más abierto y menos manipulador que existe.
360 – ¿Te has encontrado con problemas en tu transcurso literario por tu compromiso político?
K – Sí; pero nunca me importó. Soy poco ambicioso. Soy más bien apasionado, comprometido y fiel. Quizá si hubiese sido de otra manera hubiese podido publicar más; pero no me importa eso. Yo decidí escribir panfletos contra los enemigos y poesía para los amigos. Me siento feliz con esto. No puedo concebir mi forma de vivir sin la poesía. La poesía me abastece.
360 – En los años de aquellos relatos salvajes que cuentas, ¿dónde estaban las mujeres?
K – Las mujeres eran amigas, compañeras. Estaban con nosotros codo con codo. Eran igual de comprometidas o más. Quizás en número aparentemente eran menos, pero solo en número. Y ahí estuvieron, y siguen estando. Las torturas fueron incluso más duras con ellas simplemente por ser mujeres. Fue terrible cómo se cebaron con ellas. Las mujeres eran definitivas, con un compromiso encarnado.
Me viene a la cabeza el famoso torturador Billy el niño, al que conocí. Un zoquete que desarrolló mucho sadismo en la represión contra las mujeres. Estaban, por citar algunas, Olga Novo, María do Cebreiro, Chus Pato. Algo importante es que la mujer empezó a hablar en primera persona de su propio cuerpo. El cuerpo pasa a ser su propia letra. Todo de una forma antes no escuchada. No era eso del hombre hablando del cuerpo de la mujer, era la mujer en su propia carne.
360 – En el mundo actual, ¿crees que sigue viva la poesía?
K – La poesía sigue viva y ahí soy contundente. Y más después de estos años de organización de la Semana da Poesía Salvaxe, aunque no se pueda vivir de ella. Eso también dice mucho porque es la única cosa de la que, de momento, no se puede vivir. No se ha convertido en una mercancía.
360 – ¿Tendremos Poesía Salvaxe este 2021?
K – Seguimos adelante, pero es posible que sea el último año. Nació hace 14 años, la creamos Guillermo Ferrández, Marcos Lorenzo y yo, con el apoyo y el alma de otras muchas personas como Roger de Flor, Eugenia Sanmartín, Fernando Naveiras, Cristina de la Maza, Pepe Pose o el grupo Moraima, entre tantas otras personas que son la base de que exista este evento.
Este año la poesía inundará las calles los días 21, 22, 23 y 24 de abril. Aunque es un año muy diferente, porque mucha gente tiene miedo a venir por la situación de la pandemia; pero seguirá adelante en sitios como el Ateneo Ferrolán, el Torrente Ballester, el Jofre, la Biblioteca Municipal y el centro cívico de Canido. Pero también, como siempre, en la calle, el mercado, las plazas y los bares.
La Semana da Poesía Salvaxe siempre tuvo tres cosas claras: dar un dinero en mano al llegar a cada invitado, el pago de la estancia para dormir y que la relación de los poetas que venían fuese de convivencia. Vivir construyendo una relación, esto es lo más importante. Se ha creado una fraternidad aquí: ideas conjuntas, relaciones, y eso es lo importante porque pervive en el tiempo.
Puede que este año sea el último porque no queremos que la Poesía Salvaxe se convierta en una institución, queremos que siga siendo algo vivo. Este 2021, además, somo más conscientes todavía de lo importante del cara a casa, de la importancia de que la poesía sea a viva voz. La digitalización no puede sustituir la vida, y la vida está en el cuerpo a cuerpo. Esto es insustituible. Estaremos en la calle, cumpliendo las normas, y con respeto. Pero en la vida real. Sin miedo.
360 – ¿Qué espacio hay para la poesía en tiempos de Covid?
K – La pandemia es algo terrible en sí misma y por sus consecuencias. La pandemia es algo real, negarla es criminal; pero convertir en criminales a los que somos críticos con el contexto que se está creando, no puede ser. Ser crítico no es ser criminal. Hay que estar alerta de que toda la regulación que se genere a partir de aquí no sea peor que el propio virus.
La criminalización generalizada de la juventud, la depresión de la población, la tristeza, el empobrecimiento de las clases medias… Este escenario es una vuelta de tuerca más a lo que nos llevan empujando desde hace años, que es a una sociedad anti humana y anti colectiva. El único interés es servir a intereses de consorcios y monopolios que quieren ganar más control de la población. Hay un capitalismo que está en declive. Estamos ante un fracaso de un sistema y tendremos que pensar cómo vamos a reinventarnos.
360 – ¿Alguna idea para reinventarnos?
K – Una idea es recuperar el sentido de aquella Aldea de la que hablamos al principio. Me niego a pensar que decir esto sea una cosa de nostálgicos o de románticos porque no es así. Pensar en recuperar la raíz, lo propio, como algo que nos abre al mundo. Y volver a poner el foco en la producción local. Esto es algo que vuelve a ponerse sobre la mesa y puede ser rentable. Ya no es una cuestión de nostalgia sino de necesidad.
No podemos seguir los niveles de consumo y de derroche absurdos en los que vivimos. Si queremos pensar en el futuro, el capitalismo ya no es funcional ni para los propios capitalistas. Si hay futuro, lo tendremos que crear con amor, amistad, y compartiendo como seres humanos con la palabra. Si no se comparte se pierde la vida.
Me ha encantado leerlo,y verte en las fotos,estas fenomenal,igual que siempre.Muchos besos de Periko y míos.