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Manolo González, promotor del Chanfaina Lab: «Soy como el viento, sin barco no se mueve nada»

Manolo durante la charla con Alicia Seoane en el IES Concepción Arenal

TEXTO Y FOTOS: ALICIA SEOANE | Ferrol | Martes 10 marzo 2020 | 11:45

Impulsor incansable del audiovisual gallego, profesor con vocación creativa en el IES Concepción Arenal y promotor de un sinfín de iniciativas, como la experiencia de creación audiovisual colectiva Chanfaina Lab, que han funcionado desde sus inicios. Cuando sopla el viento y se ponen ganas, al final algo se mueve. Y con Manolo González cerca es difícil no tener ganas de sacar una cámara y ponerse a grabar.

Hablar con él es un no parar de abrir los ojos en todos los sentidos, también en el metafórico. Él entró en contacto con el mundo del cine a los tres meses. Su padre era el operador del cine Avenida de A Rúa (Valdeorras).

Su infancia huele a cabina de proyección, a la acetona de las películas y al sonido de las bobinas girando en el proyector. Desde que tiene memoria, recuerda ver a su padre y sentir que era como un dios que creaba imágenes, que hacía magia: conseguía que las películas aparecieran. Para él la relación con el mundo del cine es biológica y natural, como él mismo dice, «no podía ser de otra manera».

Con 12 o 13 años Manolo se mete de ayudante de cabina con su padre y a los 16 años ya se convierte en un buen proyeccionista. Entonces se dedicaba a recortar las críticas de las películas que salían en los periódicos para recopilarlas e incluirlas en la cartelera. Poco a poco se va formando su propio criterio y de la magia va pasando al conocimiento.

Así nace el primer cineclub de A Rúa, dónde tenían su propio proyector y podían ver películas de algunos maestros como Rossellini. Después vendrían muchos años de otros cineclubes, algunos más cortos y otros mas duraderos. Enseñar cine era algo que se le había enganchado.

Mientras estudiaba Psicología montó el cineclub de la facultad de Somosaguas (Madrid) y con otras personas como el ahora ensayista Jesús González Requena pusieron en marcha un ciclo de cine y psicoanálisis: «Era un acto para reivindicar otra mirada sobre la Psicología que no fuese sólo la americana. Un acto de rebelión contra el conductivismo que impregnaba la universidad», explica.

Todo su interés por el cine tuvo su recompensa, sobre todo cuando decidió opositar «¿y a que no sabes lo que salió en la bola?. El 57 y el cine», rememora. Obtuvo, como era de esperar, la primera de las diez plazas que habían salido para 500 personas que se presentaban. «De verdad que esto no fue ningún mérito mío, fue de chiripa», admite con ironía. Entonces yo me pregunto si Manolo cree en la suerte y en este caso sí cree en ella. Quizás la vida le quería enseñando cine y, de hecho, ahí sigue.

En su primer centro educativo en Allariz asume el puesto de director al llegar porque «justo en ese momento no había nadie». Allí empieza a desarollar una experiencia educativa de carácter colectivo con un programa de vídeo en la escuela que sería pionero en Galicia y un referente para otros docentes.

A los pocos años del nacimiento de la Xunta de Galicia, en torno a 1984, le piden que sea el coordinador del área de Cine y Vídeo: «Son años intensos en los que empezamos a promover la enseñanza audiovisual en las escuelas y a crear la filmoteca de Galicia», recuerda, ahondando en que participaba en la producción para la TVG y para otros creadores.

A finales de los ochenta empieza a picarle el gusanillo de crear una escuela en la que se pudiese estudiar cine en Galicia. Así, en el año 90, arranca la escuela de Imaxe e Son de A Coruña, que dirige y programa en sus ocho años de inicio: «Si esa escuela se parecía a algo, era a las escuelas de la Bauhaus. Se creaba sin parar, estaba siempre en movimiento, con un tipo de enseñanza muy abierta».

La vida de Manolo está cargada de buenas historias, de viajes en busca de películas, de proyectos y de producciones de todo tipo. Un café con él se queda corto, para contar en unas cuantas palabras su aportación a la creación audiovisual gallega. De hecho, el fondo de la taza empieza a intuirse y todavía estamos en 2005.

Es la época de la creación de la Axencia Audiovisual Galega, donde obviamente también estuvo metido. Se ríe y me abre los ojos detrás de las gafas: «Yo siempre del lado de los pringados buscando dar ayudas a todos los que tienen una buena historia que contar, siempre desde abajo», confiesa. Así nacen las ayudas al talento que aprovecharán muchos cineastas del Novo Cinema Galego.

Se hace un silencio.

«Así hasta que llega Feijóo y desaparece el trabajo que se estaba haciendo. Se mantiene la estructura, pero se pierde la manera de trabajar. Estamos perdiendo mucho potencial que tenemos en Galicia», lamenta.

En 2010 se va del Agadic y empieza a trabajar en el instituto Concepción Arenal de Ferrol como profesor de Historia y Cultura Audiovisual. Sin embargo, como a Manolo no le gusta aburrirse ni un rato y tampoco que sus alumnos se aburran, huye de las típicas clases para impartir aulas de lo más inusuales y divertidas.

Esta historia es ya otra trama nueva y no va solo de hacer cine, enseñarlo, difundirlo y comprenderlo. Esta va de lograr que los adolescentes en las aulas pongan a funcionar todos sus aparatos móviles y su creatividad. De la danza a las redes sociales pasando por el rap, el trap y todo lo que se os ocurra para aprender el sexenio liberal. Toma ya. Trá trá.

A esto le llamo yo enseñar. Según Manolo, son necesarias tres actitudes: paciencia, tolerancia y empatía. Yo, además, huelo creatividad y vocación a raudales. Constatamos que el segundo café no ha sido suficiente para recorrer toda una vida dedicada al cine que comenzó a los tres meses de existencia.

Sus últimos proyectos no pueden ser más frescos e innovadores. Un blog de cine creado por el alumnado de sus clases de Cultura Audiovisual que no tiene pérdida: Cinema wabisabi, una forma de hacer cine que pone el acento en la belleza de lo imperfecto, de lo inacabado. Concepto japonés que da sentido a las 400 películas que se crean al año en este instituto.

Y como colofón a toda esta trayectoria de cine en vena, tenemos una plataforma que bien podría ser competencia de Netflix, pero creada y grabada en San Sadurniño y a la que podemos asomarnos en esta página web. Alucinante.

Un evento de creación colectiva que se celebra en el municipio de Ferrolterra cada mes de septiembre y que reúne a diez cineastas, en su mayoría mujeres, elegidos por su aportación al audiovisual. Pasan un fin de semana compartiendo rodaje, experiencias e historias con los vecinos, que se animan a filmar y dirigir sus propios discursos y películas.

Tras unos meses de montaje, en el mes de febrero se vuelven a juntar directores, locales y foráneos, para ver todas las piezas y pasar unas horas de convivencia de cine de todos los colores. Desde las narrativas más inusuales a las formas más convencionales de crear. Un evento cultural, requetepremiado y reconocido, que lleva seis años funcionando.

Para quienes seáis amantes del concepto mantita y peli esta web es un pelotazo. Y cada viernes, desde febrero hasta agosto, hay un estreno de un corto nuevo. A mí no me quedan más palabras para describir la aportación de Manolo a la creación audiovisual aunque él, huyendo de méritos, asegura que no hace nada más «que soplar como el viento». Pues que siga soplando mucho tiempo.

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